“Un viajero que no observa es un pájaro sin alas”.
MOSLIH EDDIN SAUDÍ
“Nuestro destino de viaje nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”
HENRY MILLER.
EL ELEFANTE BLANCO.
En un poblado cerca del Himalaya, vivía una persona con una predilección muy especial en llamar la atención, al margen de lo que estuviera que hacer para lograrlo. En una ocasión se enteró por unos rumores que circulaban, que en algún lugar del bosque, existía un pequeño manantial, que quien se bañara y tomara de sus aguas, se haría inmortal y reinaría eternamente sobre todos sus compueblanos.
La ambición al oír el rumor enseguida se apoderó del personaje, quien de inmediato organizó los preparativos para el viaje. Al poco tiempo de iniciar su recorrido llegó a un estrecho que tenía varios kilómetros de largo y que estaba situado entre dos precipicios.
Cuando iba por la mitad del trayecto se encontró con una piedra, la cual observó con indiferencia y siguió su camino, sin darle ninguna importancia a tan diminuto objeto. Cuando llevaba unas horas de su recorrido y llegando al final del sendero, donde estaba el supuesto manantial, se encontró con un gran elefante blanco, que cubría totalmente el camino.
Ante el obstáculo inesperado, el buscador de la gloria decidió dar marcha atrás y regresar triste y derrotado a su pueblo. Desde ese día sólo se dedicó a hablar sobre el elefante blanco, convirtiéndose en el único tema que conversaba, lo que lo convirtió en un ser iracundo y resentido.
Años después, un joven de la aldea, decidió ir a ver el elefante, para comprobar la historia que le producía tanto dolor y sufrimiento a una persona del pueblo. Cuando iba recorriendo el estrecho se encontró con la piedra que había ignorado el visitante frustrado y cuando la tomó en sus manos, pudo notar que se trataba de un hermoso diamante.
Con gran alegría el joven continuó su camino hasta llegar al manantial, sin encontrar en el trayecto el famoso elefante blanco de la historia. Y cuanta la leyenda, que el joven con la venta del diamante se hizo rico, construyendo una casa cerca del manantial y disfruto de su hermosura junto a su familia el resto de su vida.
ENSEÑANZA
Este relato budista nos muestra que siempre lo más importante es disfrutar del trayecto y no únicamente centrarnos en la ambición de llegar al objetivo. Si nos ofuscamos con llegar a la meta, nos perdemos de deleitarnos con la belleza y los encantos de la naturaleza.
En ocasiones podemos perder oportunidades, por no detenernos un instante a disfrutar de una flor, por preferir soñar con un mágico jardín en el horizonte. Siempre hay que tomarse su tiempo, observar antes de descartar y verificar antes de ignorar. Como decía Gandhi, " Quien pierde la paciencia pierde la batalla".
Cuando la prisa y la ambición llevan al fracaso, entonces llega la frustración y el resentimiento. Ante esa situación de perturbación mental y vacío existencial, lo más fácil es echarle la culpa al ELEFANTE BLANCO.