Cuando uno echa la mirada hacia el siglo 19 y ve a todos esos señores de grandes bigotes y
barba bien cuidada, reloj de leontina en el chaleco, sombrero de copa, botas con polainas
blancas y un eterno discurso republicano para salvar a una patria que, según parece,
siempre ha estado en peligrosos trances (como una mujer golpeada y disputada por sus
peores amantes), se resiste a aceptar que hoy, cuando ya pasaron de moda bigotes, barbas y
polainas, la patria sigue teniendo el mismo tipo de amantes y resulta cada vez más difícil
salvarla, porque han hecho que descienda a hacer esquina precisamente a la Duarte,
mostrando sus mejores dotes carnales.
