Brasil está entre las diez principales economías del mundo, siendo la tercera de América, solo superada por Canadá y Estados Unidos. Es el tercer exportador de alimentos al nivel global, además de tener las principales reservas de agua dulce, y una bastedad de recursos naturales.
Con el triunfo de Lula Da Silva en Brasil, Latinoamérica define un rumbo marcado hacia la izquierda. Ya gran parte del continente estaba dirigido por gobiernos progresistas: México, Chile, Colombia, Venezuela, Argentina por citar algunos ejemplos. Ahora, a partir del 1 de enero, se suma otro peso pesado.
El triunfo de Lula es un acontecimiento con repercusiones mucho más allá de sus fronteras. Sobre todo, ahora que el mundo vive un proceso de reordenamiento del tablero geopolítico.
Con este paso América Latina acelera su avance hacia un proceso de integración que nos acerca más a establecer convenios para dinamizar el comercio entre nuestros países, incluido aspectos como una moneda común (al menos como referencia de cambio), libre comercio y libre tránsito. Así como compromisos de mutua protección.
Es posible tener países con mayor justicia social, donde el crecimiento económico no quede en manos de unos pocos, incrementando la desigualdad. Países donde la salud sea un derecho y no un negocio, donde la comida no falte en ninguna mesa.
Los pueblos duermen, pero también despiertan. Los pueblos de América Latina están despertando y asumiendo las riendas de su propio destino. Es momento de que dejemos de ser un patio trasero y nos convirtamos en la casa común de países que se ayudan entre sí, para fortalecer sus economías y sus soberanías.