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Las estrelladas de Luis: En el limbo desde chiquito

Las estrelladas de Luis: En el limbo desde chiquito

29 abril 2019 Luis Estrella Opiniones

Aunque tengo muchos recuerdos sobre mi primera infancia, que va desde nuestro nacimiento hasta los 5 años, en realidad puedo decir que en la infancia como tal, que va desde los 5 años hasta los 11 años, si tengo los recuerdos muy claros. Ese período de mi vida lo pasé en el Municipio de Esperanza y el último año en Santiago de los Caballeros.

Desde pequeño era muy despistado, preocupándome siempre por acontecimientos que no eran para mi edad, por lo que en muchas ocasiones no prestaba la suficiente atención a hechos del diario vivir. A la edad de 5 años ya pensaba en lo que era el universo, lo que significaba la vida, por lo que pasaba un tiempo prolongado, ensimismado y divagando en mis pensamientos. 

Recuerdo perfectamente que mi hobby favorito era ir a un montecito que había detrás de mi casa, para pasar largo tiempo. En un riachuelo tratando de agarrar algún pez, subido en los árboles queriendo cazar chicharras, sacando cacatas echándole agua al hoyo donde vivían. En una ocasión estando donde mi cuñado Pedro Oguis en Jicomé, de inmediato encontré un riachuelo, persiguiendo unos pececitos por varios minutos, cuando llegó mi madre y varias personas, al momento de llegar a un pozo profundo. Por cuestiones de segundo no caí en esas aguas profundas, que de no ser por la alarma de una niña que me observó en mi faena, son dudas hubiera terminado ahogado. 

En muchas ocasiones puse mi vida en peligro por esa forma de ser, en una situación por ir tras una chicharras, me caí en un basurero, recibiendo una gran herida con un vidrio debajo de la rodilla. Por los gritos algunos vecinos me ubicaron y llevaron en brazos a mi casa, ya que me era imposible caminar por la herida y el dolor. No había bien salido de esto, cuando jugando libertad una noche, trato de pasar a gran velocidad por una patio que estaba cercado con alambre de púas, lo cual me ocasionó dos heridas, una en la barriga y otra al ladito de la cien, cicatrices que todavía conservo.

Siempre me gustó el béisbol, antes de los 5 años, conocía todas las estadísticas del torneo nacional, lo que implicaba muchas visitas para realizarme diversas preguntas sobre el tema, las cuales en su gran mayoría contestaba con facilidad. Esa atracción por la pelota me hacía acercarme a los juegos de los jóvenes de mayor edad. Como no tenía edad para jugar, tendía a sentarme detrás del bateador, por lo que en dos ocasiones recibí dos batazos, una en el pómulo izquierdo de la cara y otro en la nariz. En ambas situaciones me vi muy mal por esos golpes, por lo que todavía recuerdo a los protagonistas, Julio Vargas y Rungo.

Estando en tercer curso de la primaria, me olvidaba de las clases, para pasarme la tarde viendo por la ventana los juegos de pelota que se escenificaban en el patio de la Escuela. Jamás se me ha olvidado que por esa razón, el profesor del curso de nombre Fellito,  me dio una galleta en la cara, lo cual nunca entendí, pues era un niño de 7 años y sólo miraba por una ventana. Su alegato luego con mis padres, fue de que nunca le ponía atención a lo que decía.

En verdad a esa edad, tenía un don especial para las estadísticas de béisbol y también las tenía para las matemáticas, donde podía competir con cualquiera,  no sólo de mi edad, sino hasta de nivel secundario.  Era un matemático con condiciones excepcionales, aunque también, muy ingenuo para mi edad. Recuerdo con un niño que debía llevarme algunos años, me hacía constantes narraciones sobre los grandes animales que según él,  habitaban en un monte cercano, desde tiburones hasta ballenas. Me convenció de esas fantasías y lo acompañe lleno de ilusiones a observar todo lo que me había narrado, lo cual quedó sin explicación, al llegar al lugar y sólo ver un poco de arena que hacían un pequeño círculo. 

Al recordarme de ese acontecimiento, donde debía tener 6 o 7 años, pienso en el riesgo que corrí, ya que ese muchacho del cual no preciso  ningún recuerdo, pudo haberme hecho cualquier la maldad, ya que me llevaba varios años. Eso también me hace pensar, como muchos niños son engañados y se convierten en presa fácil de enfermos y depravados sexuales. Por suerte en ese caso, todo indica que era un niño con problemas o con alguna condición, ya que sólo me llevó y luego sin decir nada, dejó que me marchará.

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