Mi ego gana batalla en Cuba
En el 1999 regresamos a Santiago de Cuba, por lo que dispuesto a tomar venganza después de la dormida en el Tropicana, como el año anterior, volvimos al espectáculo, ésta vez un viernes, todavía fresco y sin trasnoche, convencido de que pasaría la noche en total vigilia y muy atento a llevar el ritmo de los movimientos caribeños de las bailarinas cubanas.
Como de costumbre llegamos temprano, nos ubicamos estratégicamente y nos disponemos a esperar el inicio de la actividad. Cuando llevamos un par de tragos, un joven se dirige al público, haciendo gala del dominio de varios idiomas, anunciando que iban a proceder a realizar una competencia entre los participantes, para lo cual procede a llamar a un representante de cada nacionalidad, que tendría una acompañante cubana escogida del público.
En principio las cosas no estaban muy claras en relación al tipo de competencia a desarrollar, la única información que disponíamos, era que la animación de la batalla anunciada, era un merengue de Fernando Villalona. Empiezan a subir al escenario, representantes de Francia, Inglaterra, Alemania, Suiza, Estados Unidos, Canadá, Brasil, etc., en esa misma medida iban subiendo jóvenes cubanas para acompañarlos, sin mal no recuerdo, los países representados llegaban como a algo más de 20.
De República Dominicana sólo estábamos Nelson y un servidor, por lo que tras un breve gesto para ponernos de acuerdo y en el entendido que la competencia era de quien bailara mejor un merengue, consensuamos rápidamente que por mis dotes de bailarín de merengues era el Indicado. Al subir al escenario y observar cuando llaman a la dama que me acompañaría, veo subir una joven mulata, musculosa, de unos 6 pies de estatura, que de inmediato se coloca a mi lado, por lo que en ese instante sólo pienso, ojalá que ésta fornida cubana baile bien merengue.
Hasta ese momento todo está en orden, por lo que el joven animador, con un gran dominio del manejo de la oratoria, procede a anunciar las reglas de la competencia en varios idiomas. En principio no entiendo, hasta que lo hace en español, estableciendo que la base del concurso consistían en que pondrían un merengue y cuando la música se detuviera, las jóvenes cubanas procederían a dar un brinquito y los hombres deberían sostenerlas en los brazos, hasta que las fuerzas se lo permitieran.
Cuando el animador hace el anuncio, procedo a mirar de reojo a mi amigo Nelson, observo una risa que coquetea con la carcajada, con un gesto encoge los hombres y me señala mi acompañante. Por honor, o por ego, me dispongo a enfrentar el reto de sostener a la atlética mulata, que luego resultó ser campeona mundial de peso completo de judo. Por mi mente sólo pasaba un pensamiento, de cómo sostendría 200 libras sin irme al suelo.
La música comienza y se detiene, todas las mujeres brincan y empieza la lucha de egos, tal parece que el mío era muy fuerte, porque empecé a ver como muchos iban cediendo, hasta que al final sólo quedamos tres. Ahí el joven animador anuncia que habrá una eliminatoria entre los tres que habían logrado sostenerse hasta ese momento. Nos dejan descansar unos minutos y la música comienza de nuevo.
En verdad no entiendo de donde saque fuerzas, ya que terminé ganando la competencia de resistencia. La bulla, los aplausos y un premio de una caja con cuatro galones de Coca-Cola. Bajo del escenario con el ego por las nubes y de inmediato procedemos a donar los refrescos a unas vecinas cubanas que estaban ubicadas cerca de nuestra mesa. Otro aplauso, ahora por las beneficiadas de la donación , ya que esos galones de Coca-Cola en Cuba eran casi oro.
Al regresar del viaje le hago la anécdota a mi esposa, quien lo celebra y se ríe mucho de la originalidad de esa competencia. Al otro día llamo a mi esposa y le digo que parece que tengo algún virus, porque no puedo mover los brazos de un dolor muscular insoportable. Entonces ella me dice, pero Luis, eso fue por lo de la fuerza que hiciste en el baile de Cuba, por lo que de inmediato llego a esa conclusión. Nada de virus, nada de enfermedad, sólo estoy pagando las consecuencias de mi ego, que me permitió ganar una batalla de resistencia, ante un público representando las más variadas y pintorescas nacionalidades de nuestro planeta.



