Un numerólogo nos acompaña a Cuba
Después de la demostración de baile en el Tropicana, en la competencia internacional que salimos por la puerta grande, volvimos una o dos veces más a Santiago de Cuba. Mi último viaje a la Isla caribeña fue a la Habana, donde además de Nelson Peralta, fuimos acompañados de un amigo capitalino, experto en finanzas y contable de profesión.
Ese último viaje a Cuba fue muy pintoresco, con múltiples anécdotas, de las cuales voy a narrar las más ilustrativas, que por lo general involucran a nuestro nuevo acompañante, experto en numerología. Aunque me puedo considerar una persona muy organizada con las finanzas, cuando salgo de vacaciones, sólo observo los números, sin detenerme en los detalles. Soy de opinión que hay que arroparse hasta donde te alcance la sábana, como dice un refrán popular, por lo que cuando decides hacer un viaje, debes evaluar tu sistema financiero, para poder disfrutar a plenitud, olvidándote del nivel de las consecuencias de los gastos.
Nuestro amigo que nos acompañó a Cuba, pensaba de manera diferente, los números y cálculos para todo y por encima de todo. Lo primero fue que nos demostró que era mejor no alquilar un vehículo, sino utilizar el trasporte disponible para movilizarnos. La primera experiencia fue con una joven de algunos 20 años, que manejaba un taxi tipo coquito, con un motor y su carrocería. Al disponer al pago, nos dice que son 4 dólares, por lo que nuestro amigo de inmediato protesta. La joven nos mira y de inmediato procede a darnos una charla, donde nos establece que ese dinero ella tiene que entregarlo al Estado, porque en Cuba no existen los negocios privados. Después de terminar con su exposición y para darnos el mate final, nos dice que ella es Licenciada en Administración de Empresas.
Pagamos el taxi con una propina, lo cual no fue de la simpatía de nuestro amigo contable y procedemos a ir a lo que en Cuba llaman comedores familiares. Son casas de familia que ofrecen esos servicios, en nuestros viajes anteriores nunca habíamos ido, aunque ahora era diferente el ambiente. Después de disfrutar una exquisita comida de langostas y pescados, acompañado de unas cervezas, solicitamos la cuenta. Cuando la propietaria del restaurant familiar, una joven de 25 años por su apariencia, procede a entregarnos el total de lo consumido, nuestro amigo le expresa que eso está muy caro, por lo que por la característica del lugar debía tener otro precio.
En realidad no recuerdo haber escuchado una charla con tanto contenido de esa joven, la cual era, además de Ingeniera, licenciado en Química. Cuando terminó su exposición, donde entre otras cosas expresó que de ese dinero la mayor parte era para el Estado, que ella sólo podía disponer de un porcentaje mínimo. Nuestro amigo quedó paralizado, sin poder rebatir esos argumentos tan firmes y pronunciados con gran emotividad. Pagamos la cuenta con su propina incluida y nos marchamos con un abrazo y agradecimiento a tan excelente expositora.
Al día siguiente en una plaza cubana, donde hay una emplanada y varios músicos cubanos de edad muy avanzada, tocando y cantando para los visitantes, tratando de atraer una propinita, nos encontramos con unas dominicanas, profesoras de Santiago de los caballeros, que estaban pasando al igual que nosotros unos días en la Habana. Luego de intercambiar unas palabras, nos sentamos en un tarantín de la Plaza y pedimos unos mojitos cubanos, los cuales eran a un dólar. Al terminar la ronda, pagamos y el administrador contable da un dólar de propina, pedimos la siguiente ronda y al terminar y disponernos a pagar, nuestro amigo delegado para esa labor, le solicita a las recién amigas, que ellas paguen el dólar de propina.
Creo que nunca había sentido tanta vergüenza, aunque había que respetar el acuerdo de que nuestro contable fuera el administrador, que el pagara y luego hacíamos la distribución de los gastos. Al otro día decidimos ir a conocer la Playa de Varadero, alquilamos un vehículo por 150 dólares y cuando íbamos a salir llegaron las amigas profesoras, que nos manifiestan que quieren ir a Varadero, por lo que de inmediato nuestro administrador las invita a entrar en el vehículo que habíamos rentado. Nelson y yo nos miramos ante ese gesto de desprendimiento, lo cual quedó pulverizado al llegar a la Playa y nuestro amigo, exigirles a las nuevas amigas que pagarán 75 dólares, la mitad del alquiler del vehículo.
Al día siguiente vamos al Tropicana ya que quien va a Cuba y no disfruta de ese espectáculo es como si no hubiera ido, eso dicen los cubanos y todo el que ha visitado la Isla. Cuando las bailarinas terminan su presentación, tienen por costumbre, que ellas van al público y cada una saca a bailar a un visitante. En ésta ocasión unas de las bailarinas cometió un grave error de apreciación y al ir a nuestra mesa, se decide por el numerólogo. Comienza la música y como era de esperar, al terminar el merengue se acerca una señora con una canasta llenas de rosas, para que el acompañante de la bailarina le regale una de ellas. Su costo 4 dólares.
Nuestro amigo se resiste y alega que él no ha ordenado rosas, por lo que se inicia una breve discusión, de inmediato me acerco y pregunto que cual es el problema. La señora muestra un clavel, ya en poder de la bailarina y nuestro amigo reitera que él no va a pagar por eso, porque no lo ha pedido. Sin pensarlo saco 10 dólares se lo entrego a la señora y le digo que deje lo otro de propina. Me llevo a mi amigo y ahí termina esa historia.
Ese último viaje a Cuba fue en el 2002, por lo que tengo 17 años que no viajo a esa hermosa Isla caribeña. En días pasados compartí un rato con Nelson Peralta y de inmediato empezamos a programar un viaje para Cuba, con la condición de que ésta vez no iríamos por Cubana de Aviación, sino por Copa, liberándonos de la tortura de un viaje, que tiene la dicha de provocar miedo, ansiedad y estrés. Esperemos la segunda parte de los viajes por la Isla caribeña de Cuba.



