Río San Juan.- Como siempre suele suceder, la delegación deportiva de tablero de Río San Juan pasó por algunos momentos jocosos que de seguro permanecerán para siempre en nuestra memoria, de los cuales haremos partícipes a los lectores.
Al subir a las habitaciones del hotel donde nos registramos descubrimos que la más bonita y decorada le tocó a Alberto González, Para verificar que la TV y el aire acondicionado estaban en buen estado procedimos a encenderlo, y grande fue nuestra sorpresa cuando notamos que dicho aire emitía un ruido más grande que un motor DT sin Moffler. De todas maneras Alberto quedó satisfecho porque según él enfriaba tanto que tenía que apagarlo en la madrugada.
A Rafael le sucedió lo contrario, nos confesó que su aire no enfriaba y que no pudo dormir la primera noche. Luego de presentar la queja, posteriormente Joel y Yo pasamos por recepción y por coincidencia el empleado estaba comentando “que bárbaro el tipo ese de la número 4, tenía graduada la temperatura en 30 grado y quería que el aire enfriara”. La siguiente noche Rafael durmió como un lirón, y al igual que Alberto, hasta tuvo que apagarlo en la madrugada.
Luego de ganar la medalla de oro representando la región norte, los tableritas y quien suscribe nos fuimos a cenar y disque de fiesta para celebrar; pero a sugerencia de algunos que no conocían el pueblo de San Juan, nos dispusimos primero a dar algunas vueltas. Con la euforia del momento, Joel no se percató que Jorvis estaba dando vueltas en círculo y la tercera vez que llegamos al parque principal dijo con un acento de admiración ¡¡¡El diablo y cuántos parques es que tiene este pueblo!!!
Luego de reírnos hasta más no poder, admitó con un poco de vergüenza que tuvimos que dejar la celebración para otro día. La seducción de esos ricos mangú con carne y queso frito empezaron a hacer su efecto y nos obligaron a volver al hotel.
En el momento de la clausura de los juegos, una muchacha de la grada le preguntó a Joel qué edad tenía. Aparentemente para que no le preguntaran lo mismo, Jorvis salió como un zeppelín del palacio de los deportes y no quiso entrar más. Este me envió la medalla de oro para sustituirlo en la entrega del trofeo, lo que por supuesto no acepté. Rrealmente no entendimos su actitud ya que ese tinte amarillo que tiene le queda muy bonito.
Luego de despedirnos y en presencia de varias delegaciones, procedimos a abordar el carro que nos llevaría a nuestro querido Río San Juan. El problema se presentó cuando la puerta del chofer ( Jorvis) estaba abierta apoyada en la calzada. Joel, Rafael y yo nos desmontamos por sugerencia de Jorvis, que a su vez le pidió a Alberto que se quedara en su asiento con la intención de que este con su peso del lado derecho levantara el lado izquierdo del carro. Pero la puerta se quedó igualita y sólo se pudo cerrar cuando Alberto se desmontó. Luego salimos repletos de orgullo con la medalla de oro obtenida, no sin antes recibir como despedida la risa y aplausos de aquellos que vieron la demostración de peso corporal de nuestro Alberto.
Como último acontecimiento quedarán en nuestra memoria las caras de Jorvis y Rafael al salir de una plaza en Azua donde almorzamos el domingo en nuestro regreso. Tan bravos que, como decimos en nuestro pueblo, los bembes ( labios) se le podían enlazar. El primero porque le cobraron más de 200 pesos por unos friticos y dos ñinguitas de carne de chivo, y el segundo porque pidió un jugo de naranja marca petit y le cobraron 30 pesos. Después quiso otro y por más reclamos tuvo que pagar 35 pesos. Fue una suerte llegar a nuestro destino sin más contratiempos.