La proliferación de asaltos y muertes, unido a los escándalos en los que se ha visto envuelto últimamente la Policía Nacional parecería que la violencia y la delincuencia están fuera de control en el país.
Y la realidad es que los delincuentes están actuando a sus anchas y todo parece indicar que las autoridades competentes no han podido dar con un plan efectivo para enfrentar esta situación que tanta desgracia ha traído a la población dominicana.
A quién culpamos: al presidente Abinader, al Director de la Policía Nacional o al Ministro de Interior y Policía?
Se podría decir que a los tres. Pero, realmente, la mayor culpabilidad recae sobre el flamante Ministro de Interior y Policía, Jesús -Chu- Vásquez, como jefe directo de los organismos encargados de velar por la seguridad ciudadana y quien se maneja como si desconociera sus funciones.
Hacia él han caído todas las críticas por los flacos resultados que han arrojado los escasos programas que ha implementado y el poco o ningún respeto que sus directrices le han inspirado a subalternos y delincuentes.
A decir verdad que Chú Vásquez, en sus casi dos años de gestión, es poco lo que puede mostrar, pues el tiempo se le ha ido en lobismo y promesas demagógicas a víctimas o familias afectadas por la rampante delincuencia que azota al país, problemática que necesita solución no discurso populista.
Sus programas? La instalación, sin nada que resaltar, de cientos de mesas de seguridad, ciudadanía y género, un lobismo que hasta el momento la población no ha visto resultados.
Otro es el tristemente célebre intercambio de armas, iniciado con bombos y platillos como plan piloto en la barriada de Cristo Rey, sin resultados visibles, pues los actos delictivos no han disminuido ni en ese sector, sino que por el contrario, muestran un gran aumento en todo el país. Y que conste, no es percepción, las estadísticas así lo demuestran.
De forma curiosa veo como, con sus grandes dotes de discursista político va sin respuestas satisfactorias hasta los familiares de cada víctima de la violencia o delincuencia y les “garantiza” lo de siempre, “que sus organismos no van a desmayar hasta dar con los responsables”, promesas que se desvanecen con el tiempo.
Ni en su provincia María Trinidad Sánchez ha podido resolver. Recordemos aquella visita el año pasado a los familiares de una adolescente y su abuela salvajemente asesinadas en una comunidad de Payita en Cabrera, y juró por Dios que “personalmente” no descansaría hasta dar con los responsables. A los pocos días apresaron a un par de jóvenes del entorno como los presuntos asesinos, y vaya ironía, esta semana, un juez dispuso su libertad “pura y simple” por falta de pruebas.
Sus compueblanos también se quejan de un aumento en los asaltos y el robo de ganado, acción de la cual hasta él ha resultado afectado. También se quejan, como en todo el país, de la creciente población de haitianos indocumentados, con sus respectivos actos delincuenciales.
Sus dos visitas al Congreso como ministro han dejado mucho que desear. Halado por el Senado, hace un año acudió a explicar algunas situaciones irregulares que se estaban dando en su Ministerio. Y más que un informe sobre el manejo, su intervención fue un discurso de barricada, con el tradicional tono de mitin de campaña, en el que echó la culpa a la admnistración anterior.
En la otra, el mes pasado, hizo el ridículo al acudir ante los Diputados en representación de su subalterno, el Director General de la Policía Nacional, requerido para explicara sobre la muerte de varios jóvenes en custodia policial.
La tapa al tomo la puso esta semana, cuando con toda frialdad, propia de un momento de relajamiento entre copas de vino, pidió a la población tener paciencia ante la ola de delincuencia que arropa todo el país sin que se vea una acción policial efectiva.
El Ministerio de Interior y Policía, como lo expresa, es una institución cuyo objetivo principal es velar por el mantenimiento de la seguridad pública, supervisar las actividades migratorias y asesorar el régimen administrativo de las provincias y municipios. O sea, dar respuestas no verbo.
Analice, y saque usted sus propias conclusiones.