Los ojos de mi princesa es una destacada obra del famoso escritor mexicano Carlos Cuauhtémoc Sánchez, que narra la historia de un joven llamado José Carlos, el cual se enamora perdidamente de una idealización que hizo sobre una joven llamada Justiniana Deghemteri.
Narra el autor que cuando José Carlos conoció a la joven "Sentía miedo, pero también alegría. Su corazón latía de forma diferente. Estaba enamorado por primera vez."… "Durante dos semanas había espiado casi a diario a la hermosa joven de nuevo ingreso al colegio”, ella era sencillamente perfecta.
Una tarde un compañero de colegio llamado Mario indujo a José Carlos a subir a un vehículo junto con un extraño, donde le mostraron revistas con pornografía infantil y donde además le ofrecieron que él también hiciera porno infantil, de pronto el conductor vio a una joven a la cual también invitó a subir al carro.
Se trataba de Ariadne, otra compañera de clases de José Carlos y Mario, que al percatarse de la situación no solo se negó a subir al carro, sino que emprendió la huida, pero antes, abrió las puertas del carro para que sus amigos también escaparan, el conductor intentó impedirlo pero con forcejeos, José Carlos logró escapar.
La experiencia fue muy amarga para José Carlos quien estaba aterrado, nunca había visto cosas similares a las que vio en ese vehículo y además le corroía el miedo de que Ariadne le contara lo sucedido a Justiniana Deghemteri, aquella joven de la que José Carlos se había enamorado perdidamente, él temía que su amor platónico lo juzgara y lo descalificara.
José Carlos fue encontrado despierto en la madrugada de ese día por su madre; estaba abrumado por la amarga experiencia que había atravesado y le dijo que no sabía cómo desprender de su mente las grotescas imágenes que había visto. También le confesó: "Hay una muchacha que me gusta… soñé con ella desde antes de conocerla”.
Su madre le dijo, pues "Piensa en ella, en sus ojos, en su dulzura. Borra de tu mente la pornografía… Hijo, sólo el amor cambia vidas, puede impulsar al peor de los hombres a ser más grande, más noble, más honesto”
Y le contó una fábula escrita por su abuelo de un hombre injustamente encarcelado que conoció a una princesa llamada Sheccid y que "por el deseo de conquistarla, salió de la cárcel y puso en marcha un plan extraordinario para superarse y acercarse a ella. Con el tiempo llegó a ser uno de los hombres más ricos”. José Carlos preguntó “ –¿Y al final conquistó a la princesa?", No, dijo su madre, "Sheccid fue sólo su inspiración… El resultado fue bueno para él de todos modos. Haz lo mismo. Aférrate a tu Sheccid y olvida la porquería que conociste hoy”.
Desde ese momento José Carlos decidió apodar a su amada Justiniana Deghemteri con el nombre de la princesa Sheccid por la historia que le contó su madre. Se esforzó en ser el mejor en todo a ver si así lograba conquistar el amor de su Sheccid, fue el mejor estudiante, el mejor en los deportes, el mejor en todo con tal de atraer a su princesa imaginaria, Sheccid era su fuerza.
Hasta que un día, Ariadna, que ya se había hecho muy amiga de José Carlos, le hizo una llamada y le preguntó, ¿amas a tu abuela? El le dijo, no, nunca la conocí; Ariadna le dijo, exacto, no se puede amar a alguien que no existe y no conoces. Luego, Ariadna invitó a Jose Carlos a una fiesta en la casa se su amada Justiniana Deghemteri (Sheccid), una fiesta donde al llegar, José Carlos notó que había alcohol, drogas, una madre esquizofrénica, un padre con amantes, estaba aquel hombre del auto que una vez lo invitó a hacer pornografía infantil y también el compañero de clases que intentó inducirlo a ello. Mario, pero eso no fue lo peor, lo más desgarrador, es que también se encontraba allí su amada e idealizada Sheccid, drogada, semidesnuda, bailando entre hombres tocando sus pechos, sus nalgas, ect…
La decepción fue tan fuerte que José Carlos se encerró tres días en su cuarto a terminar de escribir el libro que había estado escribiendo llamado “conflictos, creencias y sueños”, contando todas sus vivencias al lado de Sheccid, situaciones que él creía reales pero que solo sucedían en su mente, idealizando a su princesa.
En ese libro escrito por José Carlos, el decidió que al final Sheccid muriera durante una intervención quirúrgica en el cerebro, pues solo asesinando el personaje principal de su propia historia, a su princesa imaginaria, podría estar tranquilo y sacarla de sus sueños.