Desde aquel terrible noviembre de 1960 cuando fueron brutalmente asesinadas ‘Las Mirabales’ Patria, Minerva y María Teresa, y se alzó la voz en contra de la violencia hacia la mujer, cada 25N es triste y la impotencia se hace mayor al ver que nada detiene este indeseable en toda América Latina y el mundo.
En el año 2019 la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) posicionaba a República Dominicana en el tope de países latinoamericanos con más incidencia de casos de feminicidios. Entre 2010 y septiembre de 2019, la cifra de mujeres asesinadas en República Dominicana era de 1,795. No bien iniciaba el 2020 cuando en las primeras 48 horas se reportaban los primeros casos, siendo Angelita Sánchez de 46 años, oriunda de Río San Juan (María Trinidad Sánchez) la tercera víctima que caía a manos de su pareja.
En Colombia según el Observatorio de Feminicidios de ese país, 445 mujeres fueron asesinadas hasta septiembre de 2020. Durante la cuarentena, se alcanzó la cifra de 243 feminicidios.
En México durante el 2020 el Observatorio de Feminicidios de dicho país ha reportado unos 724 casos de feminicidios hasta el mes de septiembre. Mientras que en Venezuela 172 mujeres han sido asesinadas producto de la violencia de género en los primeros ocho meses del año.
Estos delimitados datos nos animan a concluir que todavía queda mucho trabajo por hacer frente a este monstruo que acecha a la mujer en su casa, en las calles y hasta en la puerta de su lugar de trabajo. Las campañas mediáticas se quedan cortas de mensajes frente a este combate. Ni marchas, ni manifestaciones, ni lenguaje inclusivo resuelven lo que la educación, el entorno y la mente humana sí pueden.
Seguimos a contrarreloj y el próximo 25N será tan triste como los ya pasados. ¿Algún día podremos gritar a viva voz ‘Ni una más’ y que más que un deseo sea una realidad? ¿Veremos llegar un fin de año sin una víctima? ¿Sería posible iniciar un 2021 sin un niño huérfano a causa de los feminicidios?