Los gestores iniciales del movimiento denominado Marcha Verde deberían cuidarse de que los políticos profesionales, los que siempre han vivido y viven de la política, no desnaturalicen los fines y propósitos que la gente de calle entendió en un primer momento que animaban esa iniciativa colectiva: luchar contra la corrupción y la impunidad. Es cierto que los políticos, ya como dominicanos, como personas, tienen todo el derecho a manifestar apoyo o rechazo a cualquier movimiento de este o cualquier otro género, pero con el protagonismo que ya han tomado en las marchas que se vienen organizando en diferentes puntos del territorio nacional, luce que están contaminando, para no decir prostituyendo, el reclamo de los verdecitos. Ya mucha gente ve otros propósitos en estas marchas, y aunque se sienta adhesión con el rechazo y combate a la corrupción y la impunidad, muchos no quieren ser utilizados. No se olvide aquello de que “la esperanza era verde y se la comieron los burros”. ¿Se oye o no se oye…?
Soñar no cuesta
Si el comienzo del fin de la impunidad y la corrupción es un anhelo de todos, quizás las demandas añadidas que están aflorando ahora en los reclamos de la llamada Marcha Verde no lo sean. Esa actitud radicaloide, que acusa un desconocimiento u olvido del fin de la guerra fría, no va con estos tiempos. Las demandas agregadas que están esgrimiendo algunos como addendum a pedir que se luche contra la corrupción y su secuela impune, son de las cosas que desvirtúan lo que inicialmente motivó estos desplazamientos colectivos. Renuncias, convocatoria para escoger constituyentes, reformulación de la Constitución, etc., etc., etc., no son más que palabrería hueca, vacía, aunque –siendo sinceros- es que no son pocos nuestros dirigentes que tiraron el ancla hace mucho, pero mucho tiempo, y se han quedado detenidos en el tiempo. Esos reclamos agregados revelan en mucho que soñar no cuesta nada…