El neurálgico tema de los haitianos y sus hijos nacidos en la República Dominicana ha sido un constante debate entre los que defienden el derecho a la nacionalidad dominicana y quienes por el contrario creen que no deben ser reconocidos como tal.
El tema ha hecho que más de un escritor se haya ocupado del asunto y haya escrito sobre la controversia. Uno de ellos es Dió-genes Abreu, un reconocido trabajador cultural nacido en Miches, Republica Dominicana, y que actualmente residente en Nueva York.
He aquí el texto escrito por Abreu
Odiando Haitianos
Todo niño nacido en Estados Unidos, de padres dominicanos, es automáticamente un ciudadano estadounidense, sin importar el estatus legal de sus padres. Ese es un derecho constitucional del cual nos beneficiamos todos los inmigrantes que llegamos a este país a través de diferentes medios.
Los niños nacidos en República Dominicana, de padres haitianos que viven allá de manera indocumentada, no gozan de semejante derecho y beneficio a pesar de que la constitución dominicana establece la nacionalidad por el nacimiento en el territorio.
En Dominicana nacen miles de niños de padres haitianos y estos no pueden disfrutar de los servicios sociales que nuestros niños nacidos en Estados Unidos sí pueden exigir como patrimonio legal.
Las autoridades haitianas y dominicanas han planteado que en Quisqueya viven unos 600,000 haitianos. Para la gran mayoría de estas personas asumir la República Dominicana como patria inmediata no es sólo un asunto de necesidad económica, sino también humana.
Lo hacen de la misma manera que miles de dominicanos nacidos en Estados Unidos asumimos estas tierras como patria inmediata que nos ha permitido sobrevivir al naufragio socioeconómico de la República Dominicana.
Como vemos, es tan semejante el caso haitiano en Dominicana al nuestro en Estados Unidos, que hacernos de la vista gorda con relación a las deficiencias constitucionales dominicanas sería convertirnos en cómplices de aquellos que pretenden condenar a miles de niños al ostracismo y abuso social. Ostracismo y abuso que nosotros no toleraríamos contra nuestros niños nacidos en Estados Unidos.
En República Dominicana existen sectores poderosísimos interesados en perpetuar los prejuicios racistas que bastante bien le han servido a sus agendas políticas y económicas. Nos han puesto siempre contra el pueblo haitiano mientras ellos se hacen multimillonarios explotando la mano de obra barata de los haitianos.
Las condiciones de trabajo y las actitudes asumidas contra los haitianos no distan mucho de las prevalecientes durante las plantaciones esclavistas de la época colonial. Eso puedo afirmarlo porque lo vi personalmente en los bateyes en los años setenta cuando visitaba esos centros de miseria y explotación descarada.
Hay dominicanos que profieren contra los inmigrantes haitianos las mismas arengas discriminatorias que en los Estados Unidos lanzan contra nosotros:
“Vienen a quitarnos los trabajos y a convertirse en una carga pública para la nación.” La verdad es que los haitianos terminan haciendo los trabajos que la gran mayoría de dominicanos rehúsa realizar.
¿Cuántos dominicanos hay cortando caña en los bateyes? ¿Cuántos hay picando piedras y abriendo zanjas para los organismos de obras públicas del gobierno? ¿Cuántos trabajan en el sector de la construcción por el mismo salario pírrico pagado a los haitianos?
La comunidad dominicana residente en los Estados Unidos tiene un papel importantísimo que jugar en la búsqueda de garantías constitucionales para los niños de padres haitianos nacidos en Quisqueya.
También debemos asumir un compromiso serio en la exigencia de respeto a los derechos humanos de los inmigrantes haitianos residentes en el país. Echarnos a un lado para dejar que sean los de la isla los únicos que decidan el futuro de esos seres humanos, sería actuar contra nuestros propios intereses como grupo inmigrante.
¿Con qué moral vamos a exigir que el gobierno y los ciudadanos de los Estados Unidos respeten nuestros derechos y nos brinden beneficios sociales si, a la misma vez, estamos pateando a los haitianos en nuestro propio país?
Es responsabilidad nuestra, como comunidad residente en Estados Unidos, no dejarnos embaucar por discursos patrioteros disfrazados de “nacionalismo”.
Nadie más que nosotros sabe lo dañino e inhumano que resulta ese actuar contra grupos inmigrantes que buscan mejorar sus condiciones de vida.
Nuestra experiencia inmigratoria nos da la sabiduría y sensibilidad para poder contradecir a los interesados en mantener la constitución dominicana congelada en el pasado, para impedir que la adaptemos de forma tal que responda a las nuevas condiciones sociales de la nación.
Más de un millón de dominicanos residiendo en Estados Unidos (procreando niños fructíferamente) somos el mejor ejemplo a tomar en cuenta como prueba de que esos niños de padres haitianos merecen la opción de poder asumir la nacionalidad dominicana si nacen en territorio quisqueyano.
Brindemos a los haitianos el mismo trato que exigimos nos sea ofrecido a nosotros como inmigrantes en territorio estadounidense. Hacer lo contrario sería una falta de integridad moral, muestra de mala fe y oportunismo de nuestra parte.
Los dominicanos tenemos que enfrentarnos a la realidad: el futuro de la isla depende del trabajo colectivo y respetuoso de ambas naciones (Haití y República Dominicana). Continuar discriminando contra los haitianos para serle fiel a una retórica patriotera huera, sólo retardará la posibilidad de disfrutar de los beneficios resultantes del trabajo colectivo entre haitianos y dominicanos.
La nacionalidad dominicana no es el patrimonio de un grupito de pretendidos "blancos" entroncados en el poder por décadas.
Si la constitución dominicana puede ser reformada para permitir la reelección presidencial consecutiva, así mismo podríamos modificarla para ofrecer la nacionalidad a los niños de padres haitianos nacidos en Quisqueya.
No son impedimentos constitucionales los que traban la solución a este asunto, sino la voluntad humana prisionera de conductas obsoletas.
Nuestra experiencia como grupo inmigrante dominicano debe colocarnos por encima de tales actitudes para demandar para los haitianos que viven y nacen en República Dominicana los mismos derechos que nosotros disfrutamos en Estados Unidos.
Dió-genes Abréu
Nació en Miches, Republica Dominicana, en 1959. Reside en Washington Heights, Manhattan, Nueva York, desde el 1983.
Abréu es un trabajador cultural que por varios años ha centrado su producción artística en lo literario, pictórico y fotográfico. Estudió artes plásticas en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de Santo Domingo, y en la Universidad del Estado de Nueva York (SUNY), e hizo una maestría en artes plásticas en City College (CUNY), New York. Tiene publicados dos libros de poesía: Poemas para los vivos, 1983, y Para Mujeres sin maquillaje, 1985.
Algunos de sus cuentos y poesías han sido publicados en inglés, japonés y en español en varias recopilaciones y antologías, incluyendo A momento in time, una antología de la National Library of Poetry de los Estados Unidos (1995). Su trabajo artístico ha sido exhibido en galerías y museos nacionales e internacionales, incluyendo el Museo de Arte Moderno en Republica Dominicana, the New Museum of Contemporary Art en Soho, New York, y el Metropolitan Museum de Tokio, Japón.
Abréu además hizo teatro por más de ocho años, tanto en su país de origen como en la ciudad de New York. En 1998 ganó el primer del V concurso de cuentos, organizado por Radio Santa María en Republica Dominicana. En la actualidad es miembro del grupo Palabra: Expresión Cultural (PEC), el cual se dedica a la difusión y desarrollo de la cultura dominicana en EUA. De este grupo es La palabra como cuerpo del delito, antología bilingüe de poesía, publicada en el 2001 por la Biblioteca Nacional de Republica Dominicana.