En cierta ocasión recuerdo que alguien me comentaba que con la irrupción del novelista Pedro Antonio Valdez en el escenario literario quisqueyano, éste se había llevado entre las patas (y no las de Gregorio Samsa) a un conglomerado de veteranos narradores dominicanos que ya lo habían antecedido y tenían una vasta obra.
El señalamiento me pareció curioso y en la certeza, ancorado. De justiciera contundencia. Era el autor de provincia y en aquel tiempo, con olor a hoja, a la ciudad, sacudiendo, ciñéndose los más altos lauros.
Bachata del ángel caído y Carnaval de Sodoma le bastaron a Pedro Antonio Valdez para decir un fuerte presente en el escenario literario. Ambas novelas, premiadas, situaron al autor vegano en el parnaso. Un texto de cuentos cortos había causado aplauso de la crítica y el asombro de los lectores (Papeles de Astarot). De aquel texto, cimentó el autor poner el humor negro en primer orden o darle la primera butaca al teatrista que se solaza en situaciones oscuras.
Pero la obra de largo aliento o por la novela fue por lo que Pedro se dejó engarzar en las próximas décadas. Respecto al género del cuento había guardado distancia, tomado unas vacaciones secretas y sobre todo un aparente prolongado silencio, hasta que apareció este texto denominado “Dominicanos” (Edición del Banco Central, 2019).
Al adentrarse en la lectura de este texto uno descubre o tiene la sensación, por un extraño misterio, que fue escrito en distintas épocas y bajo disímiles experiencias espirituales y escriturales. Los temas de los cuentos, como la forma de abordarlos y desarrollarlos, lo confirman.
“El sofá” es un texto que tiene y guarda una referencia plenamente neoyorquina. Hay que recordar que el autor residió por varios años bajo la férula de la rapidez trepidante y de la nieve. Recobra en ese texto, muy bien logrado, la violencia intrínseca que marca los personajes de ese entorno. Justo es recordar que de esta experiencia de la ciudad de los rascacielos también parió el texto poético “Naturaleza muerta”.
Uno de los personajes es producto de ese bilingüismo que apabulla.
Es Pedro Antonio Valdez un autor de un temperamento consistente en lo que al humor se refiere, y que el introducir éste en el texto, le agrega novedad y encanto. “En el mundo es algo chico, Librado” el autor logra decirnos al inicio del cuento lo que al final pasará, sin que por esto el cuento pierda magia y que el lector no siga con interés los finos detalles que seguirán al infausto acontecimiento personaje principal no estará “Librado”.
La mujer y su condición de abusada o supeditada a un fiero patriarcado, aparece en “Dominicanos”. Está ella muy bien retratada en el cuento “Carretera en el polvo”. Ha arañado el autor Valdez de la dominicanidad de aquí y de allá y ha sacado muy interesantes ronchas.
Antecedente. Un desparpajo en lo erótico. Había desacralizado el tema sexual en la literatura más reciente. Eso es plausible en sociedad de tendencia mojigata, con doble moral en la cresta.
El título “Dominicanos”, sonará extraño, poco sugestivo, pero ese es el gancho. Los cuentos son convincentes, se leen con mucho gusto, y algo que es muy reconfortante, la variedad permite que pasemos de un escenario a otro distinto, de manera natural, sin que notemos los cambios de atmósfera, sin que el cambio de geografía desarmonice el conjunto del libro. Es el clima donde lo dominicano dice presente en el que están ambientados todos los cuentos.
Enhorabuena este texto de un autor de largo aliento, y que ahora respira como caimán peligroso en el cuento, género filoso que apunta con precisión a las gargantas de los lectores.