Hoy, orgullosa primera Capital de América, debo decirte nuevamente que te amo. A pesar
de la violencia de tu piel de asfalto. Te amo. A pesar del cemento que rompe tu breve
cintura vertical. Te amo. A pesar del humo que invade tu verde cabellera. Te amo. A pesar
del olvido intencionado de tu propia historia. Te amo. A pesar del publicitario neón que
ofende tus piedras centenarias. Te amo. A pesar de los gritos consumistas que hieren tu
conciencia en los tejados. Te amo. A pesar del llanto y la miseria. Te amo. A pesar de tu
absurdo desbordamiento de opulencia. Te amo…Hoy, Santo Domingo mía (no de ningún
Guzmán), quiero decirte nuevamente que te amo.
