Los Cajuiles, Río San Juan.- Su casa está destartalada y carece de todo tipo de ajuares; desde una cama cómoda para dormir hasta un alimento básico para comer. Allí no tiene medicamentos y hasta fue maltratada por su hijo supuestamente demente, razón por la que hace siete meses debió ser sacada. Pero hace un mes doña Gloria Rosario pidió volver a su chocita para pasar sus últimos días junto a los suyos.
Es su último deseo. Postrada en silla de ruedas o en una maltrecha litera ve pasar los días ante la mirada confundida de su hijo enfermo y la presencia de su esposo con no menos quebrantos de salud.
Semi ciego y maltratado por el tiempo, Félix Polanco no puede hacer mucho por su esposa enferma, ni su hijo del mismo nombre, que aunque joven sufre de epilepsia, situación que le impide trabajar.
Hoy el joven Félix, aunque luce tranquilo, supuestamente no recuerda haber maltratado a su anciana madre, como lo acusaron en aquella ocasión familiares y vecinos de la sección de Los Cajuiles, donde hoy los tres ven pasar el tiempo con la impotencia de no poder valerse por sí mismos.
Enfermos y sumidos en la más extrema miseria, los tres viven de la caridad de vecinos, quienes según dijo el viejo Félix, ya se están cansando de la tanta ayuda que tienen que brindarle. Aunque, analizando su entorno, quizás no sea cansancio, sino que esos lugareños no disponen de los recursos para agregar tres bocas a su ya deteriorado presupuesto familiar.
Hace siete meses doña Gloria, acosada por la enfermedad y los supuestos maltratos de su hijo epiléptico, fue sacada de su vivienda y trasladada al hospital Desiderio Acosta de este municipio para recibir la atención médica adecuada.
Desde ese entonces permaneció en casa de su sobrina Liliana Abreu, quien con muchas precariedades le brindó la atención requerida. Pero doña Gloria consideró que ya estaba bueno, que debía regresar a su casita de yagua para por lo menos ver cómo la lluvia indolente impone su fuerza ante su débil techo de zinc corroído por el tiempo.
Y allí está compadecida por el tiempo y a espera de que cualquier buen samaritano también se compadezca de ella y le haga llegar algo que le esperanza para extender su vida.
Todos necesitan atención especial, pero sobretodo alimentación, y hasta ya les preocupa si podrán tener la cena de Noche Buena. Por eso aprovecharon para implorar a las autoridades por una ayuda que les permite al menos comer una vez al día. Resignados agradecieron varias cajas de pañales desechables que envió desde Nueva York la joven Yakaira Rojas, al enterarse de la situación de doña Gloria.
Y es que a pesar de que los tres languidecen en la miseria, sólo desean estar vivos. Que la vida les regale el aliento que da a los seres vivos para ver los días pasar y pasar, aunque sea en la penuria.