Presidente, al final de su segundo periodo, cuando todo le iba más o menos bien, con una aceptación de su gestión que superaba el 50%, comenzó a saborear la posibilidad de un tercer mandato. Eso sucedió en el 2018, cuando mantuvo al país casi un año en una total incertidumbre esperando su decisión a sabiendas de que constitucionalmente le era imposible reelegirse.
Fíjese en las estadísticas del Banco Central y notará que en ese periodo de incertidumbre todo comenzó a contraerse, al punto de que hubo que tomar medidas emergentes para reactivar el crédito y frenar la caída del PIB a mediados del 2019. Este fue el primer error de otros gravísimos que siguieron después.
Usted dirá que la economía se contrajo por el turismo, pero no se engañe presidente, eso apenas afectó marginalmente la economía y jamás podría explicar una caída del PIB del 2% entre el 2018 y el 2019. La causa principal de ese freno fue el miedo, el temor de los agentes económicos ante una situación que podría degenerar en actos de violencia e ingobernabilidad por sus intentos reeleccionistas.
Su segundo error fue permitir que su partido se dividiera por los conflictos internos y su odio personal contra Leonel Fernández, que era la única opción para que el PLD continuara en el poder, unidos como siempre.
Pero un tercer error más grave fue elegir candidato presidencial del PLD, entre su media docena de delfines, a Gonzalo Castillo, quien posee un prontuario de irregularidades e indelicadezas en el manejo del dinero público, que lo invalidan prácticamente de cualquier posibilidad de llegar al poder.
Gonzalo Castillo debería estar sentado junto a los que esperan juicio por el caso de Odebrecht, igual que el presidente de su partido Temistocles Montas. Eso, sin contar las limitaciones verbales y políticas de su candidato que no puede delinear un párrafo sin cometer un cumulo de errores.
Y después llegó el cuarto error de su mandato. El fraude cometido en las elecciones internas de su partido para que Gonzalo Castillo derrotara a Leonel Fernández. Eso fue, a la vista de todos, un verdadero robo electoral.
Uno pensaría que después de todas esas incoherencias las cosas se calmarían y todo volvería a la normalidad. Que va. Sus halcones volvieron a violentar la democracia e intentaron otro fraude en las elecciones municipales de febrero que pusieron en peligro hasta su propia presidencia. Su silla se tambaleo, aunque le resulte difícil creerlo.
Fue algo bochornoso, que nos convirtieron en el hazmerreír del mundo. Su ambición de poder no pudo llegar más lejos lo que puso en evidencia que el PLD es definitivamente un verdadero peligro para la democracia dominicana.
Sin embargo, hay un error, presidente, que lo podría condenar por siempre. Me refiero al uso masivo, indiscriminado e ilegal del dinero publico para promover a su candidato Gonzalo Castillo.
En plena pandemia del coronavirus y con una aguda escasez de recursos para salvar a la gente, darle de comer y mantener sus ingresos mínimos, usted ha derrochado miles de millones en alguien que no puede jamás llegar al poder.
Todas las encuestas respetables, dan a su delfín un segundo lugar muy distante al que liderea la preferencia del electorado. No han valido los salchichones, el gas, los aviones, las mascarillas, el pan, las funditas de comida y el despliegue aberrante del rostro de su candidato en todos los medios de comunicación para convertirlo en una opción presidencial.
Eso resulta imposible, porque usted metió la pata hasta el fondo cuando optó por elegir a Gonzalo Castillo como candidato del PLD.
Finalmente. Insisto en el tema legal. No siga permitiendo que se use el dinero publico en la campaña política en estos últimos días previo a las elecciones. Eso lo puede meter en líos muy feo para nada. Porque, aunque use todo el presupuesto del 2020 para invertirlo en su candidato, este jamás logrará sentarse en la silla presidencial.
Es la decisión de un país que se respeta. Que tienen dignidad. Y que no se vende por una fundita.