En su andar por las calles, arrastrando una carreta de frutas y víveres o desperdicios recogidos en cada esquina de los lujosos barrios de la capital, su mirada no deja de expresar asombro, tristeza y dolor.
Ve una camioneta que vende lo mismo y piensa en que su destino final esta por llegar.
Ve los carros de lujo que lo maldicen por obstruir el tránsito.
Ve a los perros realengos que le ladran sin cesar.
Ve a los motoristas suicidas que le pasan por el lado y lo abofetean “Quítate del camino burro”
Ve homosexuales que miran su miembro con envidia.
Ve a los policías que lo amenazan para que salga del camino.
Ve los tapones interminables con conductores desesperados, parejas discutiendo, otros maldiciendo y no faltan lo que les dicen “maldito burro sal de la calle”
Ve que al abrir el transito los conductores se esfuerzan por avanzar y muchos golpean la carreta que le obstruye el paso.
Ve como dos motoristas le arranca el celular a una señora que caminaba en la acera.
Ve letreros lumínicos anunciando hamburguesas y pollos que le revuelven su estómago hambriento.
Ve a los vendedores de las esquinas que lo miran con desprecio.
Ve a los niños pidiendo dinero en las mismas esquinas mientras sus padres los observan desde un rincón.
Ve como algunos transeúntes le roban parte de la mercancía que transporta sin que su dueño se de cuenta.
Ve los buses y voladoras cargados de gente que cruzan semáforos en rojo y se pelean por llegar primero a las esquinas donde están los pasajeros.
Ve la opulencia de las tiendas de lujo y restaurantes, lleno de comensales, que apenan le echan una mirada indiferente, pensando “que hace ese animal por aquí”
Ve lujosos hoteles con el frente lleno de Ferrari, Mercedes, Masserati y Bugatti.
Ve supermercados con parqueos lleno de vehículos y carritos cargados de comida.
Ve los lujosos apartamentos que se levantan ostentosos con guardianes cuidando la entrada y vestidos de saco y corbata.
Ve decenas de policías allanando una residencia y sacando maletas y bultos a un vehículo negro.
Ve escuelas llenas de niños en recreo que le tiran piedras y papeles como si fuera un camión de basura.
Ve una ambulancia sacando un enfermo de COVID en una residencia confortable.
Ve cómo va saliendo de la gran ciudad y adentrándose a la periferia y a los barrios pobres.
Ve cómo cambia el escenario, el olor del ambiente, la tierra donde pisa.
Ve los cables eléctricos en el suelo y el alumbrado sin bombillas.
Ve colmados cada 50 metros, bancas de apuestas cada 100 metros, las calles con hoyos, las aceras destruidas, las casitas inundadas, las vestimentas desarraigadas, los niños desnudos revolviéndose en el lodo, los hombres jugando domino, otros en intercambio drogas, los policías esperando lo suyo, el electricista conectando la luz directa y el griterío de los vendedores ambulantes, entre los que esta su propio dueño.
Ve el retrato de su vida. Ve su propia hambre. Ve su miseria. Ve a donde pertenece.
Ve que su recorrido anterior fue un sueño y que al final del día después de 14 horas vagando entre el lujo y la pobreza, le espera una triste noche en un patio nauseabundo y con su estómago en blanco.
Mira al cielo y ve como su especie se va extinguiendo del mundo urbano y rural y ruega a Dios que alguien se anime a escribir algo sobre su desgraciada vida, cuya existencia ayudó tanto a la humanidad desde los tiempos de Noe.