El fallecimiento del maestro de periodistas Radhamés Virgilio Gómez Pepín enluta no solamente al periodismo dominicano sino a la sociedad toda, tan necesitada de figuras de su estirpe y reciedumbre para la defensa de los mejores intereses nacionales. Radhamés tenía olfato no solo para saber y conocer dónde estaba la noticia sino también para profundizar en la búsqueda de la información y lo que había detrás de ella, asumiendo siempre la defensa de lo más racional para la colectividad. Nunca olvido aquella mañana, siendo yo un mozalbete que hacía pininos en este oficio gracias al empujón inicial que me diera otro visionario, Gregorio García Castro (Goyito), allá en los años de la primera parte de la década de los 70s, cuando Radhamés apenas me observó entrar a la redacción de El Nacional y me paró en seco para indicarme que fuera a su residencia, en ese entonces a poca distancia del periódico, y recogiera un regalo. Así lo hice, y el regalo era nada más y nada menos que el primer libro de periodismo que llegó a mis manos: Introducción al Periodismo, de Fraser Bond, ejemplar que aún conservo en mi modesta biblioteca. “No es para que te hagas lector de sobacos; es para que te hagas un buen periodista si sigues como vas”, me dijo cuando regresé frente a él. Así era Radhamés de directo, destemplado a veces pero siempre bien intencionado, solidario y… ¡cuidado!, aguerrido, indomable y radical en la defensa de cualquiera de sus muchachos, como consideraba a los periodistas que trabajaban bajo sus órdenes. Mis condolencias por su partida a sus familiares más cercanos: a Cornelia Margarita Torres, su hoy viuda; a sus hijos, especialmente a Chiqui (colega, gran, buen y mejor amigo siempre) y a Momoncho, así como a sus compañeros de El Nacional, que era su pasión. Un hombre bueno se ha ido. Estoy seguro que el Todopoderoso lo acogerá en su entorno. Paz a los restos de un verdadero roble, un gran maestro, del periodismo dominicano. Todos estamos de luto hoy. QEPD…
