En el mensaje que escribí para navidad, establecía que para éste próximo año no iba a establecer metas ni objetivos, sino que dejaría fluir libremente la vida, disfrutando de cada momento como si fuera el último, sobre todo de las pequeñas cosas que a veces pasamos desapercibidas y que en realidad son las que nos proporcionan mayor felicidad.
Es importante comprender que la vida, no es tan rígida, lo que es bueno hoy puede ser malo mañana y viceversa, por lo que la vida no puede ser clasificada ni etiquetada, es un misterio donde algo encaja hoy y todo está bien, pero después no encaja y todo está mal. Mi conclusión es que lo bueno es lo que está en armonía con la existencia, por lo que es vital mantenerse alerta ante cada momento, ya que tendrás que decidir en cada instante y de nada servirán las respuestas preestablecidas.
"La vida va de prisa, es dinámica, no estática. No es una piscina de agua estancada, es un Ganges, que no deja de fluir, Nunca es la misma durante dos momentos consecutivos. Por lo que una cosa puede ser buena en un momento y mala en el siguiente".
Para fundamentar este punto de vista, voy a narrarles un cuento zen de mis favoritos.
Existían dos templos que mantenían una rivalidad por años, por los que el maestro del primer templo le habían prohibido a su sirviente que cuando salieran a comprar algo, no hablara con el muchacho del otro templo, ya que eran gentes malas y peligrosas. Pero los niños, niños son y un día se encontraron en el camino, por lo que el muchacho del primer templo le preguntó al otro: ¿"A donde vas"?. El otro respondió: "A donde el viento me lleve".
El primer muchacho ante esa respuesta quedó avergonzado, ofendido, no supo que responderle. Estaba furioso, frustrado y se sentía culpable, ya que el maestro le había dicho que no hablara con esa gente. No son de fiar. ¿ Que clase de respuesta es esa?. Fue a ver al maestro y le contó lo sucedido. "Lamento haber hablado con él. Tenía usted razón, esta gente es peligrosa. Sabía que iba al mercado igual que yo. Pero me respondió: "A donde el viento me lleve"."
El maestro contestó: "Te lo advertí, pero no me escuchaste. Ahora mira, mañana te paras en el mismo lugar. Cuando preguntes: ¿"A donde vas"? y él te contestará "A donde el viento me lleve". Entonces ponte un poco filósofo y le dices "¿ Irás sin piernas entonces"?. Porque el alma es incorpórea y el viento no puede llevarse el alma a ninguna parte". El muchacho se preparó toda la noche repitiéndolo una y otra vez. Estaba muy contento porque iba a demostrar lo que era verdadera filosofía. Cuando se encontraron le preguntó. ¿"Adonde vas"?. Pero el muchacho le contestó: " Voy al mercado a comprar verduras".
Me preguntó: ¿ De que le servía ahora la filosofía que había aprendido". Así es la vida, no puedes tenerla prevista, no puedes prepararla, esa es su hermosura, que siempre te toma desprevenida, siempre llega por sorpresa. OBEDECE A TU PROPIO SER, SÉ LUZ POR TI MISMO.