"Sé moderado para poder disfrutar de los placeres de la vida con abundancia".
EPICURO
Hubo un tiempo que en algún lugar vivió un hombre del que nadie sabía de dónde venía. Algunos lo vieron llegar con una flauta colgada al cuello y una risa fácil en los labios. Otros decían que descendía de las montañas envuelto en silencio, aunque lo cierto es que no parecía tener prisa, y sin embargo cada paso suyo dejaba una huella en el corazón de quien lo encontraba.
No era monje, aunque meditaba debajo de los árboles durante horas sin moverse, no era un libertino, pero bailaba en las fiestas del pueblo con un vino en la mano y una flor detrás de la oreja.
Los niños lo adoraban porque les contaba cuentos interminables, los ancianos lo escuchaban en silencio, como si en su voz resonaran cosas olvidadas. Tenía el don extraño de hablar del alma sin dejar el reír del cuerpo. Decía que no había contradicción entre orar y besar, ni entre trabajar la tierra y contemplar el cielo.
Muchos ni lo comprendían, los religiosos del templo lo acusaban de frivolidad, los mundanos lo miraban con recelo por su extraño silencio, pero el personaje no discutía con nadie, a veces reía y a veces lloraba y en ocasiona danzaba solo en medio de la plaza, como si el universo entero fuera música.
Una noche alguien le preguntó. Eres un sabio o un loco?. A lo que le contestó: Soy simplemente alguien que dejó de pelearse consigo mismo, ya que la raíz está en la tierra, pero la flor apunta al sol. "' Porqué cortarte a ti mismo por la mitad"?. Fue su respuesta final.
Según la leyenda, ese hombre enigmático, nunca predicó, no fundó ninguna escuela, no dejó escrituras, solo dejó una semilla, la posibilidad de convertirse en un ser humano completo. Uno que celebra, pero también contempla, que goza, pero también comprende.
ENSEÑANZA:
Este es un relato con una gran profundidad, ya que nos dice que debemos atrevernos a ser total, a vivir sin dividirnos, a vivir en equilibro, como el Faquir, que danza en las cuerdas sin caerse. Enseñándonos que donde hay risa, puede haber conciencia y donde hay amor, también hay libertad.
Mantener la existencia en equilibro es la clave de todo, porque para el que lleva una vida bohemia, en algún momento el goce se acaba, el cuerpo envejece, el placer se vuelve repentino. En ese momento llega la noche y aparece el vacío existencial que ni el vino puede llenar.
Pero también el que lleva una vida basada en el silencio y la espiritualidad, renunciando al baile, la música, a la risa, con el tiempo se convierte en una sombra. A estas personas le llega en algún momento el vacío existencial, el tedio y el aburrimiento, que ni la meditación puede llenar.
En síntesis, podemos decir que el ser humano puede bailar como Zorba y meditar como Buda. A eso lo llamo disfrutar a plenitud desde el silencio. Eso lo aprendí de OSHO, que en su vida siempre propugnó por un nuevo ser humano: Llamado Sorba el Buda.
Concluyó con una expresión de Yakoi Kenji: " LA VIDA DEBE DE SER COMO UN JUEGO, PERO CON REGLAS".