El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), define el Trastorno de Identidad Disociativo o Síndrome de Identidad Múltiple, que anteriormente era llamado, Trastorno de la personalidad múltiple, como la existencia de dos o más personalidades en un individuo, cada uno con su propio patrón de percibir y actuar con el ambiente.
Este trastorno a menudo es confundido con otros trastornos psiquiátricos, como la ansiedad, alteraciones de la personalidad, esquizofrenia o epilepsia. La mayoría de personas con esta condición sufre de depresión, fobias, ataques de pánico, alteraciones del apetito y síntomas que simulan enfermedades físicas.
Las personas con este trastorno a menudo pueden abusar del alcohol y las drogas, pero lo que más lo distingue es su preocupación por el tema del control, tanto de ellos mismos, como de los demás, convirtiéndose ese afán por controlarlo todo, en una actitud enfermiza.
Las personas con el Trastorno de Identidad Disociativo, por lo general son arbitrarios, represivos, perseguidores y en extremo controladores en el hogar, con la pareja, hijos u otras personas o familiares que vivan con ellos, presentándose hacia el exterior como víctimas e incomprendidos, lo que generalmente conlleva a que los demás, culpen a sus familiares y los condenen por el infierno familiar que siempre ellos mismos matizan.
Esa múltiple personalidad le permite convertirse en actores, melodramáticos y mitómanos, logrando engañar a todo su entorno, pero nunca a los que conviven con ellos, que casi siempre se ven imposibilitados de conversar sobre esa situación, pues para los demás, ellos son los que provocan el caos familiar.
Otra característica de las personas afectadas con este trastorno, es que tienen una marcada tendencia a no actuar con transparencia, dejando en el ambiente los temas confusos y no definidos, lo que les impide mantener relaciones de confianza a largo plazo, pues en la medida que los van conociendo, sus relacionado se van alejando y poniendo distancia.
En realidad ellos no son culpables, pues son víctimas de un trastorno de la personalidad, pero pueden hacer mucho daño a las personas más cercanas, porque no tienden a reconocer su situación y tratarse con un profesional de la psiquiatría. Al no someterse a terapias, estas personas con el tiempo van profundizando sus problemas, llegando a convertirse en seres humanos tóxicos y evitados por los que lo conocen.
En un principio lo que más confunde sobre las personas con esa personalidad disociativa, es que para ganarse la aprobación y el cariño de los demás, son caritativos, dadivosos y solidarios, lo cual tiende a crear mayor confusión sobre su real personalidad.