…Y al terminar de recorrer el país nuestro amigo quedó mudo hasta que pudo al fin expresar su inmenso asombro por el verdor radical de sus llanos y montañas; por el azul incomparable de sus mares costeros; por la arena blanquísima de sus playas; por la brisa gozada por sus aves y por la paz sin animales salvajes…(Y no quería creer que los dominicanos apenas conocemos los rumores mañaneros y las despedidas nocturnas de sus aves; apenas suponemos que mañana y noche sólo se diferencian por la paz y la luz y su gente trabaja la tierra con amor reiterado por años…(En fin, mi amigo turista apenas aceptó que este paraíso se llama República Dominicana).
