
Dimas Zapete, el jefe de 'fonía', cuya voz parece escucharse todavía en el correo municipal
Cada pueblo escribe su propia historia y mantiene vivo en la memoria de sus gentes el legado de sus grandes hombres de generación en generación, como un tributo a los aportes brindado a su comunidad.
Río San Juan tiene su historia, aunque corta en comparación con otras comunidades vecinas, tiene su historia. No obstante, nunca ha tenido en su seno un movimiento activo interesado en reconocer los valores de sus antepasados.
Resulta inconcebible sólo el pensar en todas las crujías que sufrieron nuestros primeros pobladores: La tiranía trujillísta, los fatigantes viajes en barcas y a caballos por la falta de carreteras, las inundaciones, la amenaza del paludismo, la carencia de antibióticos para la cura de ciertas enfermedades infecciosas, la falta de electricidad y otros servicios básicos que hoy disfrutamos a plenitud.
Sin embargo, estos pioneros creyeron en este pueblo lluvioso y húmedo enclavado en el mismo centro de la costa norte dominicana, y lo arriesgaron todo con la esperanza de conseguir un mejor porvenir para su familia. Lucharon e hicieron de este lugar un espacio digno de vivir como lo demandan los tiempos contemporáneos.
Entonces, ¿Por qué no reconocerlos? ¿Por qué mantenerlos inéditos?
Creo que es necesario que comencemos a honrarlos como se merecen. Este municipio ha crecido en los últimos años de manera estrepitosa. Cada día vemos nuevas calles y avenidas. Entonces, es tiempo de nombrar nuestras calles con los nombres de nuestros pioneros, y de todos aquellos cuyos aportes a esta comunidad le merecen ser perennizados en las memorias de futuras generaciones.
Es tiempo de identificar una calle o avenida con el nombre de “Ángel Guzmán”, aquel comerciante que creyó en Río San Juan; que construyó el Teatro Thelma, considerado por muchos el mejor cine en toda la costa norte en aquellos años. Instaló en este municipio un almacén de provisiones e instaló la primera estación de expendio de gasolina, la bomba Texaco.
Es tiempo de nombrar una calle o avenida para los hermanos Prudencio y Florito Acosta. Sus aportes a esta comunidad son invaluables. Donaron los terrenos para el cementerio, el hospital, el club y estadio de softbol, entre otras.
Es tiempo de llamar una calle o avenida “Augusto Perozo”, un médico práctico a quien a raíz de la invasión de 1916 los norteamericanos le entregaron un certificado que lo autorizaba a trabajar como tal. Recorrió hasta el último rincón de nuestros campos ofreciendo sus conocimientos, fue un padre ejemplar, abnegado, de humor fino y nobleza extrema.
Es tiempo de nombrar una calle o avenida con el nombre de "Miguel Balbuena", patriarca de una familia que supo desarrollar y poner en alto la industria láctea en este municipio.
¿Y por qué no llamar una calle o avenida “Rafael Martínez”? Barbero de profesión, fue un padre ejemplar que con su trabajo honrado logró formar al primer profesional universitario de Río San Juan, Sergio Martínez.
Una calle o avenida para “Cira Hernández”, quien con su carreta alada por bueyes prestó un servicio de transporte esencial para el desarrollo de este pueblo. Fue un ejemplo de trabajo y honradez.
Una calle o avenida para José La Paz –Checho-. Fue ingenioso carpintero que formó el primer equipo de béisbol del pueblo, el que dirigió hasta la llegada del doctor Pedro María Jorge Blanco. Fundó una fábrica de queso y una de las primeras fábricas de bloques de construcción. Fue un ejemplo de trabajo en la comunidad.
Una calle o avenida para “Felipe Bonilla -Felipón”, para recordar por siempre a quien con hacha en mano y estopa en sus músculos, construyó en su humilde astillero la flota de barcos pesqueros que cubrían el horizonte de la playa Prieta.
Una calle o avenida para “Juan de los Santos –Juan Grande-”. Carpintero. Fue un ejemplo de trabajo para todos sus hijos y la comunidad.
Una calle o avenida para “Félix Reyes”, humilde panadero de honradez intachable.
Lo mismo se puede hacer con las escuelas. Creo que debemos nombrar una de las aulas de la escuela primaria con el nombre de “Carlos Williams”, en honor al maestro disciplinario y pionero en el pueblo, quien con su rigidez educativa ayudó a formar a los primeros profesionales de nuestro Río San Juan.
Una aula en la escuela primaria para “Doña Aida Escaño de Alonzo”, otra pionera cuyos frutos hoy florecen en nuestro pueblo.
Y porqué no, aún en vida, una aula o auditorium del Liceo Antorcha del Futuro al doctor René Reyes, y a la profesora Hilaria Castro viuda José –Tinín, en reconocimiento a sus aportes en la fundación de esta institución académica.
Recuerdo que el doctor Reyes, de forma gratuita y con una lámpara humeadora, le daba clases de secundaria en horas de noche a los muchachos y los preparaba para que fueran a examinarse a Samaná y así lograr el título de bachiller. Algo similar hacía Doña Tinín.
Recuerdo un artículo de mi amigo Alan Checo donde sugirió que el local del correo y telecomunicaciones fuera nombrado “Hilario Dimas Zapete Mercado”, en honor a este empleado que dedicó toda su vida a este oficio. Pero la propuesta de Alan cayó en el olvido.
Iríamos más lejos, y sugeriríamos que se nombre el auditórium del ayuntamiento municipal “Agustín Pelagio Núñez”. Pero estoy seguro que muchos se preguntarán ¿Y porqué a Pelagio? ¿Qué honor merece este ex síndico del Partido Reformista Social Cristiano?
Veamos, Pelagio Núñez tuvo la grandeza de ser un político amigo de sus políticos opositores. Creo que resulta un poco incomprensible explicarlo, sobre todo, en un pueblo acostumbrado al fanatismo político. Pero Pelagio usó su cargo para servir a la comunidad, nunca usó su preferencia partidaria para imponer sus ideas. Supo escuchar y ser escuchado con respeto. Llamó a todos los grupos sociales a trabajar en las actividades comunitarias, sin importar clase, religión o color de partido. Fue el primero que empezó el embellecimiento de la Laguna Gri-Grí.
Pelagio Núñez nunca usó su apego al gobierno represivo de los 12 años del doctor Joaquín Balaguer para denunciar a un joven por sus ideales revolucionarios, para que este fuera perseguido, encarcelado, maltratado, o lo peor, desaparecido. Todo lo contrario, Pelagio fue amigo de los jóvenes, de los deportistas y sincero mediador en momentos de conflictos. Los pocos recursos que su administración manejó, lo usó con pulcritud y responsabilidad.
Pelagio perdió las elecciones del PRD, entregó, y vivió humildemente rodeado de sus amigos, de un pueblo que le quiso, sin banderías políticas, como lo que él enseñó. Fue su legado.
Y tenemos más, muchos más, que merecen este homenaje. Usted también sugiera. Brindar tributos a nuestros antepasados es ser justos con ellos y con nosotros mismos.
Empecemos.