Mientras esperaba los resultados de las elecciones en Estados Unidos, repasaba un libro que he leído varias veces, en el cual hay una historia Zen que quiero compartirla con ustedes, la cual tiene un mensaje muy edificador sobre el significado de la sencillez, lo cual generalmente confundimos con las posesiones y no con el sentido de la posesión.
Una persona puede no tener ninguna posesión material y ser mentalmente posesivo, por lo tanto no es sencillo, por el contrario pueden haber seres humanos con grandes bienes materiales y no ser acaparadores ni posesivos, teniendo una actitud humilde y sencilla. Veamos ésta historia Zen para que saquen sus conclusiones.
Había un Rey muy poderoso que se hizo un seguidor devoto de un monje budista, el cual vivía desnudo a la orilla de un río. Para comprobar que era un Santo de verdad, el Rey envió varios espías para que lo vigilarán, los cuales confirmaron que el monje era una persona pura, sencilla, sin ninguna mancha, un verdadero buda.
El monarca visitó al monje y se postró a sus píes, pidiéndole que fuera a vivir con él al Palacio, ya que no había razón para que viviera en esas condiciones. Aunque lo estaba invitando en el fondo el Rey esperaba que su petición fuera rechazada, entendiendo que si era un Santo no iba a ir a vivir un palacio. Pero para su sorpresa el monje le dijo, claro que acepto, traigan los carruajes, pues si vamos al Palacio hay que ir con elegancia. Desde ese momento la tristeza se apoderó del Rey, entendiendo que había sido timado, que era un farsante, pero ya había dado su palabra y tenía que cumplir.
El monje se instaló en la mejor habitación del Palacio, pidió las mejores ropas, la mejor comida y así duró un largo tiempo. Durmiendo de noche y de día, pasando el tiempo en la piscina, dando caminatas en el bosque, llevando una vida de holgura y comodidad.
A los 6 meses el Rey desesperado y triste lo llama y le pregunta, qun cual es la diferencia entre ellos dos, pues mientras el monje lleva una vida de comodidad, él tiene que asumir responsabilidades, preocupaciones y problemas. En esa situación el monje le dice que lo acompañe a una cabalgata para responderte la pregunta.
Después de varias horas de cabalgar llegan a la frontera del reino y el monje le dice que ya llegaron a los límites de su imperio, por lo que el le solicita que lo siga y abandone sus posesiones. El Rey le dice que si está loco, que como puede dejar atrás todo lo que tiene, su reino, esposa e hijos.
El monje entonces se quita las ropas y se las entrega al Rey, diciéndole que ahí estaba la diferencia entre ellos, porque él se marchaba sin mirar hacia atrás, que había vivido en su palacio con sus cosas, pero que no era posesivo, en cambio él si era posesivo y que ahí estaba la diferencia.
En ese instante el Rey comprendió que ese hombre era auténtico, se postró a sus píes y le pidió que por favor no se fuera. El monje le dijo, si vuelvo te pondrás triste de nuevo, pensando que todo lo he hecho para engañarte, así que deja que te haga feliz, no voy a volver. Me voy.
Gran historia con excelente mensaje. La sencillez no está en la posesión, sino en el sentido de la posesión.