El escritor Vladimir Tatis ya corrió a corta distancia (el cuento, “La herida de Eva, y “De castigo en la azotea”) y ahora lo hace a distancia más larga (la novela, Mátalo), donde aborda una cruda realidad de la naturaleza humana: profanación de cadáveres, amor, muerte.
Se espera de este tipo de literatura que el escandalizar no sea el reto, más bien la concretización y el acceso a un terreno existente al que la literatura es el todoterreno que puede entrar con éxito.
Tiene sus referentes bien claros en la literatura (val del francés Víctor Hugo, al criollo Pedro Antonio Valdez). Se decanta por eso que ocurre en el barrio y que la marginalidad proporciona. Para la empresa de su primera novela, se ha avituallado de lo que esencial considera: el barrio, ha contemplado de primera mano el drama, además ha investigado el tema.
Con su novela Mátalo, Tatis ha dicho: la mesa está puesta para el lector, así como el cadáver está servido para criminólogos, detectives y médicos legistas.
Le interrogamos, entrevistamos, no usamos las esposas, ni las picanas ni hemos recurrido al infame “guevotoro”. He aquí lo que dijo:
¿Qué representó para ti el reto de embarcarte en tu primera novela?
Un atrevimiento. Después de leer a Víctor Hugo, a Mary Shelley, a Marguerite Duras a Julio Cortázar, a Pedro Antonio Valdez y otros tantos escritores que han construido la novelística de la humanidad, mi lado atrevido, ese que le gusta contar historias, ese que primero fue novelista antes que cuentista, asume el reto de publicar su primera novela, con un sentido sagrado de compromiso y respeto.
¿Por qué elegiste un tema o tema que para algunos resultaría raro o chocante?
En mi caso esos personajes y esos mundos, que supuestamente no les interesa a los medios rosas, que nadie quiere ser, pero que existen, siempre me han llamado la atención; no sé si por haber nacido a una esquina del mercado de Villa Agrícola, de vivir en barrios de clases desfavorecidas o tal vez por haber vivido frente a un cementerio o de ser migrante.
Esos temas, esos personajes atormentados, que buscan ser a pesar de todo, son constantes en mis creaciones artísticas.
¿Cuento o novela, donde te sientes más cómodo?
Se me hace difícil elegir solo una. Siempre elijo el mar, la ciudad, la montaña; el blanco, el rojo, el azul, el verde, el negro; siempre elijo la literatura, la pintura, el teatro, el performance. ¿Cuento o novela? Bueno, según la historia.
¿Qué papel jugó la investigación en la escritura de tu novela?
Recuerdo que viviendo en Madrid Luis Hernández me mandó un artículo donde había un vídeo que mostraba a un grupo de personas robándose un cadáver de un hospital. “Mira cómo está tu país”, me dijo. No pude dejar de pensar que tenía que contar esa historia. Pensaba en las profanaciones en los cementerios del país, en que en el país hay que romper los ataúdes para que no se los roben, en las familias que encontraban a sus muertos profanados.
Es difícil investigar a distancia, pero comencé a investigar virtualmente. Leí sobre el comercio de órganos clandestinos, hablé con gente.
¿A la hora de desarrollar o crear un personaje, cuenta más la investigación que la imaginación?
Me la paso de maravilla investigando. Porque mientras investigo me dejo llevar. Y, dejándose llevar, es que viene la imaginación, la creatividad. Luego de la imaginación y de la creatividad, viene el trabajo del escritor: el buscar si funciona el conflicto, si hay cambios en los personajes, si conviene uno u otro narrador.
¿Qué crees que puede encontrar o esperar el lector que se aboque a leer la novela Mátalo?
El lector se encontrará con un tipo de familia inusual (engaños, maltratos, hijo bastardo, secretos…). Se encontrará a un Varo gravitando por siempre entre las sábanas de la muerte y el fuego de la vida.
Que, entre el bullicio y el caos de un carnaval, de negocios turbios, mafia y corrupción policial, lo único que realmente quiere es, como todos nosotros, un amor que perdure, un ser, muy a su manera, feliz. A modo del doctor Frankenstein, robando cadáveres para revivir a su madre y así amarla como solo se ama a una madre.
Se encontrará la historia de Flora, que solo respira para complacer a Varo.
¿Hay algo de realidad dominicana o de experiencia personal en la novela?
Hay un lado sucio de la realidad dominicana. Esa realidad que nos avergüenza y que cubrimos con vallas publicitarias y edificios acristalados; esa realidad que nos divierte cuando las vemos en Netflix, cuando la leemos en novelas o películas de narcos o mafias, que creemos lejos, pero que están ahí, al doblar la esquina, al parar en un semáforo.
¿Qué personaje de la novela Mátalo crees puede resultar más llamativo al lector?
Tenemos a la Joroba, a Tole, al teniente coronel Colombo, a Crú… pero serán Flora, El Evangélico y Varo lo que se quedarán martillando la mente de los lectores.