En nuestro planeta nada sucede porque sí. Todo resultado, cambio o variación, responde a procesos cíclicos que llevan miles de millones de años sucediendo y que se ven alterados por la acción del hombre. Sin dudas, estamos acabando los limitados recursos del único lugar donde es posible la vida humana. Aunque queramos ignorarlo, nuestro planeta está cambiando, y es por nuestra desenfrenada sed consumista e irracional.
En los últimos meses en este país ¡sí que ha llovido poco!. Las presas se han quedado sin caudales que las alimenten y las parcelas que sustentan a muchos dominicanos, han sucumbido a la espera de la lluvia. El gobierno dominicano alertó de la situación y planteó la posibilidad del agotamiento total del líquido vital; en semanas. Si bien se trata de una de las sequias más crudas que recuerde, hay un aspecto que pocas personas notan y que me atrevo a decir ha ocasionado esta crisis. Me refiero a la deforestación abusiva de cuencas fluviales y de cualquier espacio de nuestro territorio, sin control alguno. Es de esperar que estemos enfrentando una situación como esta, si estamos gastando 1000 litros de agua por segundo solamente para abastecer las operaciones de Barrick Gold Pueblo Viejo. No nos debe sorprender que miles de árboles sean convertidos en carbón para sostener los anafes de nuestros hermanos haitianos, como otro de los sacrificios que hacemos por nuestros vecinos. Ahora estamos empezando a ver los resultados de la mala política ambiental del Estado, cuando el gobierno nos llama a ahorrar, pero no habla nada sobre el arrase de nuestros ríos, la mutilación de nuestros bosques y el derroche de nuestra agua.
Es más fácil decir que los dominicanos carecemos de educación y nuestro desperdicio causó este problema, (aunque en parte lo sea, el problema no acaba ahí.) Estamos cambiando nuestro más preciado recurso por el oro que estamos regalando, otra vez se repite la historia del descubrimiento pero ahora nos llegaron los espejos desde Canadá. Seguimos entregando los bosques donde nacen nuestros ríos a las transnacionales e incendiar un bosque en Constanza es un jueguito sin consecuencias. Trate de darse una vuelta por Cotui, incluya un paseo por los ríos Yásica o Veragua en la provincia Puerto Plata, sea testigo de la destrucción en primera mano y luego evalúe lo que digo. Estamos perdiendo nuestros recursos a cambio de nada! El oro se va a acabar y nos dejarán los ríos secos. Los árboles no van a renacer y nos ganaremos un país polvoriento, caliente hasta la sofocación. Si explotamos Loma Miranda no recibiremos dinero y dejarán el Cibao “seco”, ni todo las papeletas que este país pueda necesitar, valen más que el agua de las futuras generaciones.
En fin todas estas acciones criminales contra nuestro propia casa, no nos va a causar más que problemas, como si ya no tuviésemos bastantes. Si estamos en sequía, ¿Por qué el gobierno no detiene las operaciones de Barrick? – ¡Que bonito!-. Vamos a seguir apresando a los lavadores de carros por votar unos litros y a permitir que los intocables derrochen millones de galones. Y así continua el cuento de nunca acabar, el del país de las maravillas donde todo se hace al revés.
La República Dominicana cuenta con la mayor riqueza acuífera de las Antillas, tanto por la cantidad de ríos, como por su volumen. Estamos a tiempo de mantener las cosas bajo control o de lo contrario ya habrá consecuencias y nos quedará conformarnos con la culpa de haber llegado al atolladero. Consolarnos con comer carbón, pedirle agua a Canadá y callar, callar por no hacer lo que había que hacer.
Distinguidas autoridades, el artículo 15 de la constitución, “dice muy claramente: El agua constituye patrimonio nacional, estratégico de uso público, inalienable, imprescriptible, inembargable y esencial para la vida. El consumo humano del agua tiene prioridad sobre cualquier otro uso. El Estado promoverá la elaboración e implementación de políticas efectivas para la protección de los recursos hídricos de la nación.
Compatriota, sea usted el jurado, piense fuere de la caja…