El impuesto de sucesión en Inglaterra es del 40%. Si un británico común y corriente, vulgar y silvestre muere dejando una casa que vale £10,000, el estado tomará £4,000 como impuesto a las herencias.
El Rey Carlos III heredó una asquerosa, indecente y alucinante cantidad de dinero, miles de millones de libras esterlinas, pero no pagará impuestos de sucesión. La familia real está exenta de esos tributos mundanos.
A los británicos se los está llevando “siñajuanika”, pero tributan para pagar las renovaciones de los palacios del rey que no tributa, como súbditos absolutos, cada noche oran pidiendo que “Dios Salve al Rey”.
Este es uno de los pueblos más educados y desarrollados del planeta.
Y millones de personas esperan, formando una fila de más de cinco kilómetros en la ribera del río Támesis. Tardan 14 horas para “ver” el féretro de la difunta reina Isabel II. La monarquía y sus súbditos, tendrán días bastante difíciles.
En lo adelante Gran Bretaña será un modelo de los cambios mundiales que el Foro Económico Mundial (FEM) promueve. El Rey Carlos III, está entre los fundadores del FEM, y la primera ministro Liz Truss está afiliada a la organización. El monarca es el autor de la frase “Build Back Better” (Reconstrúyelo mejor) el lema del presidente Joe Biden.
Esa frase, implícitamente, admite la destrucción, solo podemos “reconstruir” lo destruido. Para resucitar, que no está garantizado, primero debes morir.
Y todos los cambios que propone FEM buscan destruir el actual orden de cosas, sin garantías de que reconstruirán un nuevo orden mundial mejor.
Inglaterra mostrará con el ejemplo, las maravillas de la receta del FEM, el monarca y la primera ministra, no tienen nada que decir, tienen todo por hacer.
A nivel interno, los primeros cambios económicos enfrentan serias protestas populares, a nivel externo muchas naciones se cuestionan aquello de tener un “rey” en pleno siglo XXI.
El proceso de “reconstruir mejor”, quizá destruya la monarquía misma, aunque nunca se reconstruya, ni mejor ni peor.