Desde que se inventó, en el origen de la vida humana, la política ha debido estar al servicio
de los mejores valores, pero no ha sido así (me apenaría mucho citar sus peores ejemplos).
Por eso, cuando en nuestra larga historia de negaciones y desvalores se presenta algún
hecho de verdadera trascendencia humana debemos celebrarlo con gran alegría: el que Luis
Abinader haya convocado a un diálogo abierto y franco sobre Haití a sus peores opositores,
y que estos hayan acudido y sostengan acuerdos solidarios, nos indica que, por fin, que
nuestro máximo liderazgo político está actuando con sentido de trascendencia (que es lo
más importante).
