Este paisito ha cambiado. Años atrás, cuando la mayoría éramos niños, en estos días
previos al diciembre de la inevitable alegría, en nuestras principales avenidas empezaban a
sonar campanitas de todos los colores y precios, y empezaba a perderse la intimidad
nocturna, dentro y fuera de la casa, y los muchachos hacíamos todas las diabluras, porque
las pelas entraban en receso, y que era un enemigo público aquel que negara la existencia
de los reyes magos, y que lo más importante eran las tremendas fiestas de antes y después
de la Nochebuena, y que los muchachos éramos los seres más impunes, pues las pelas,
hasta nuevo aviso, estaban suspendidas….(Sin duda, ¡qué felices éramos recorriendo la
Duarte y la Mella!).




