Tan pronto culminó el proceso electoral del año 1996, en el cual Leonel Fernández resultó victorioso, los estrategas de imagen del nuevo presidente comenzaron a mercadearlo como el “Balaguer joven”, tratando de resaltar su astucia, olfato político y capacidad de maniobra.
El “librito” de Balaguer, con su desprecio por la inversión social; su carga de justificación de la corrupción y su concesión de privilegios para un pequeño grupito, sigue siendo el preferido del presidente dominicano, quien parece haber olvidado la ética de Juan Bosch.
Hoy comenzamos a creer que la falta de voluntad política para combatir la corrupción, alegando, además, que esta es “un mal endémico imposible de erradicar”, corresponde a una estrategia y no a la incapacidad para liderar la lucha contra ella.
Hace unos años se admitió, y se justificó, la creación de 300 millonarios bajo el manto de la corrupción y de la protección oficial. Fueron estos millonarios los que luego sirvieron para financiar la permanencia, primero por 12 años y después por 10 más, de Balaguer en el poder.
Es esa la fórmula que se quiere imponer, no importa si para ello hay que impulsar un retroceso que nos lleve a etapas que entendíamos superadas. Pronto perderemos la “independencia” de un Poder Judicial que ha costado mucho esfuerzo, y ya hemos regresado a la era de los resultados electorales cuestionables.
Es por eso por lo que no sólo se justifica la corrupción y se declara como “mal endémico” y que “no hay país que no la tenga”, sino que se obvia la respuesta a las puntuales acusaciones que hizo el principal partido de oposición, que cuantificó en 416,000 millones de pesos los escándalos públicos desde el 2004 a la fecha.
Tampoco se le hace caso a los reclamos por transparencia y decencia en el manejo de los fondos públicos, que se hacen incluso dentro del propio litoral del partido oficial, como fueron los casos de Euclides Gutiérrez Félix, José Joaquín Bidó Medina; el desaparecido Miguel Cocco y, más recientemente, la diputada Minou Tavárez Mirabal.
La diferencia entre aquéllos 12 años y el régimen actual está en los crímenes políticos, que ya la sociedad no toleraría, y en que la ciudadanía, a pesar de ser cada día más pobre, está mejor enterada y más dispuesta a reclamar sus derechos.
Esa es la gran esperanza.