En el 1973, Juan Bosch fundó el PLD con el objetivo de alcanzar la independencia o liberación nacional de los dominicanos.
El vegano ilustre, producto de sus estudios políticos, sus reflexiones históricas y sus análisis sociológicos, llegó a la conclusión que el pueblo dominicano no había sido dueño de su propio destino, y por tanto debía completar la obra de los fundadores de nuestra madre y sufrida Quisqueya.
Pero Juan Bosch, por quien tengo profunda admiración y respeto, a pesar de ser un visionario y un gran organizador político, jamás llegó a preconcebir, ni con el más fino olfato político, que su legado sería burlado, devorado, saqueado por un grupo de tránsfugas insaciables. Oportunistas y trepadores incapaces, que lejos de honrar el legado del profesor Juan Bosch, destruyeron el país con prácticas corruptas de un grupismo bochornoso. Y más aún, sustentar la tesis del Comesolismo, una Filosofía perfecta para el Siglo XXI.
Después de la segura derrota y destierro del poder del Comesolismo como filosofía política, las bases del PLD deben propugnar por un congreso y castigar a los incontrolables e insaciables de su fragmentado partido.
Ese PLD no es ni la sombra de aquel partido, organizado y disciplinado, que se planteó completar la obra de los Trinitarios y Restauradores.
Duarte y Luperón lloran desde sus tumbas, al ver como los buenos dominicanos siguen siendo víctimas por las mordidas rabiosas de bichos y de hombres bichos.
El PLD lejos de convertirse en una fábrica de líderes, se convirtió más bien en una fauna de camaleones, que cambian de color según sus fines y proyectos personales.
La capacidad de mimetismo para cambiar de color que tienen los camaleones del Comesolismo es asombrosa.
Aunque le parezca romántica mi reflexión, al promotor de las 48 Leyes del Poder, sepan que este 5 de julio el Comesolismo llegó a su fin.