
Dió-genes Abreu, escritor y artista plástico dominicano
“Estos cambios veloces basados en la moda
corresponden a un arte que por definición
esta hecho de una manera precaria […]
Si trabajas apoyado en los mass media
y en el mercado, corres la suerte
del mercado y de la moda.”
S. Chia
Ante la justa avalancha de descontento expresada públicamente por mucha gente, debido al innegable deterioro de la Bienal Nacional como institución artística dominicana, de inmediato surgió el ya tradicional coro de censura que pretende descalificar nuestras demandas catalogándonos de simples “envidiosos” e “inconformes”, artistas desfasados con “miedo a perder su espacio” en el mundo del “arte contemporáneo” dominicano.
De igual modo, muchos de los pronunciamientos publicados por el jurado y sus apologistas pretenden convencernos de que el debate suscitado a raíz de la 27va Bienal obedece a una enfermedad congénita de quienes reclamamos un saneamiento institucional de la Bienal y el MAM. Se nos asume como personas incapaces de salir de nuestro “atraso” del pasado para permitirle avance a las “nuevas generaciones” de artistas y sus “lenguajes contemporáneos”. Tremenda ceguera histórica la suya: ¿qué de nuevo o contemporáneo tienen el performance, la instalación, el video, o la hibridación de estos géneros en una sola obra? ¡Nada! La historia del arte moderno está saturada de esas expresiones artísticas.
También arguyen algunos y algunas que esa supuesta patología de atraso que nos afecta nos convierte en enemigos de los jóvenes artistas del país y la Bienal que les reconoce sus grandes hazañas artísticas. Esas falacias acusativas se caen de jocico al hacerse herederas de una valoración ahistórica de nuestra tradición artística y de la responsabilidad que tiene cada artista joven dominicano de conocerla.
He aquí cómo se articulan contra nosotros algunas de esas falacias desprovistas de fundamento histórico:
1- “Al parecer hay artistas que no terminan de asumir que los tiempos están cambiando y que el arte también forma parte de estos procesos” (A. Tellerías; negritas mías).
2- “Y a mí de pronto me da con pensar que estas opiniones son un pataleo desde ciertas estructuras, incómodos porque un ‘seudo arte’ (según estos) les esté ‘robando’ sus espacios” (A. Tellerías; negritas mías).
3- “El desconocimiento del presente y el miedo al futuro muchas veces nos aferra al pasado y nos hace invalidar lo demás […] No seamos nosotros mismos quienes pongamos limites al pensamiento y desarrollo artístico inminente de nuestro país […] Lamentamos mucho que a esta bienal, llena de vida y respeto hacia la creación joven dominicana y hacia el arte en general se le haya declarado la guerra de una manera tan brutal” (negritas mías).
4- “Es desleal, además, tratar de destruir la carrera en ciernes de jóvenes artistas, que no tienen porque pagar los traumas del contexto, ni los conflictos de trasfondo que conlleva cada evento competitivo” (P. Meccarielo; negritas mías).
Como pueden ver, en los planteamientos uno y dos, de mi amigo Alèxei Tellerías, se pretende invalidar nuestros reclamos insinuando que somos “artistas que no terminan de asumir que los tiempos están cambiando” y que nos motiva “un pataleo… incómodos porque un ‘seudo arte’ (según estos) les esté ‘robando’ sus espacios”. Con semejante simplismo se busca cualquierizar la justeza de este debate, además de diabolizar a quienes hemos osado sacar a la luz pública asuntos muy peligrosos para el arte dominicano y los artistas jóvenes en particular.
El planteamiento tres comulga con la acusación de Tellerías, pues parece que sólo quienes piensan como ellos y ellas son capaces de “asumir que los tiempos están cambiando”. Se cree que sólo quienes abrigan sus valores y concepciones sobre arte evitan ser diagnosticados con “El desconocimiento del presente y el miedo al futuro”. Y se habla de un supuesto “miedo al futuro”, como si confrontar las deficiencias institucionales de la Bienal y el MAM fuera un irrespeto “hacia la creación joven dominicana”, o un “tratar de destruir la carrera en ciernes de jóvenes artistas”, como acusa Meccarielo.
Se acude a ese discurso baladí para sustentar, soterradamente, la tesis de que en la República Dominicana decir “arte contemporáneo” es igual a decir “arte joven”. ¡Nada más falso y ahistórico! En nuestro país, actualmente, tenemos muchos jóvenes haciendo arte y eso es extremadamente bueno. Pero, desgraciadamente, tenemos muy poco “arte joven”, pues la gran mayoría de nuestros jóvenes están haciendo un arte tradicional que pretenden pasarlo por “nuevos lenguajes artísticos”. Esa falacia histórica es mil veces más dañina que todas las críticas que hagamos sobre el deterioro de la Bienal y el MAM, dadas las nefastas consecuencias que acarrea y que ya son visibles en el trabajo y concepto artístico de muchos de nuestros jóvenes.
En nuestro país, algunas personas del medio artístico atan por el cuello, con el lazo de su discurso seudo-contemporáneo, a ciertos jóvenes artistas y los exhiben por las pasarelas del mundo artístico nuestro cual si fueran su último Pitbull del arte “contemporáneo”. El joven víctima de esa performatividad discursiva, cae en la trampa de las urgencias comerciales del mercado artístico y termina creyéndose lo que ve en el espejo: se considera vanguardia, punta de lanza, y asume que el resto de sus colegas vive sumido en el “atraso del pasado”. Ese tipo de artista actúa como si sólo él/ella tuviera la capacidad para tomar una decisión informada sobre qué conceptos y género artístico le interesa aplicar en su obra. Le niega a otros artistas la capacidad para elegir concientemente no emplear los supuestos “nuevos lenguajes” del arte contemporáneo.
He aquí un poco de historia ignorada, al parecer, por la supuesta “vanguardia” artística contemporánea dominicana: a mediados de los 70, un grupo de jóvenes artistas que estudiamos en la Escuela de Bellas Artes, nos apropiamos de una área del Parque Colón y allí hicimos unas cuantas exhibiciones experimentales. En ellas participamos, entre otros, Hilario Olivo, Víctor Ulloa, Pedro Terrero (Terreiro), Genaro Phillips, José Ramón Medina, Hamlet Rubio, Anny Salcedo, José Miguel Federo, Julio Encarnación (Nixon)…
En estas exhibiciones se expuso un corpus mixto de obras, desde pinturas, dibujos, artefactos, grabados, instalaciones y performance/happening breve, así como discusiones teóricas sobre la falta de apoyo y espacios para nuestros artistas jóvenes. Desgraciadamente, hasta donde sé, no quedó ninguna documentación de parte nuestra sobre estas acciones. Pero aun estamos vivos muchos de los participantes y Mildred Canahuate, quien tenía su Galería Arawak (entonces una especie de Gift Shop) frente al Parque Colón y pudo presenciar parte de lo que digo. En mi caso personal, nunca olvidé los precedentes en el país de la instalación escultórica de Prats Ventós, los happenings pictóricos de Silvano Lora y las instalaciones/performance de Geo Ripley.
El vocero teórico de ese grupo lo era Danilo Lasosé, ese que ahora deambula por la Calle del Conde como si no fuera todo lo que fue. Carlos Gómez Doorly y Oscar Gil Díaz brindaron su apoyo escribiendo algunos comentarios en los periódicos donde solían publicar. Talvez esos comentarios puedan ser rescatados aun. A Lasosé lo obligaron algunos de sus colegas de entonces a que dejara de relacionarse con ese “grupito de muchachos”. Sin embargo, fue a partir de esas acciones de donde salió un esfuerzo mayor para dar inicio a lo que luego terminaron llamando “La generación de los 80”. El resto es historia para otro momento.
Para ese mismo período, también estuvimos involucrados otro grupo de jóvenes teatristas dominicanos en las “Jornadas de teatro en la calle”, donde el happening y performance teatral eran el instrumento de nuestras acciones relámpago en las calles de los barrios marginados de Santo Domingo. Reynaldo Disla (libretista), Basilio Nova, Jesús Sosa, Ignacio Nova, Juan Moisés Herrera, Julio Ogando, Confesor Abreu, Marisol Romero, Roldán Romero, Angel Mejía, Frank Disla, Antonio Méndez, Victoria Salazar, Luisa Comprés, son algunos de los nombres que recuerdo.
Luego, en 1981, hubo en el Palacio de Bellas Artes una exhibición experimental con más de una docena de artistas del momento, entre ellos Radhamés Mejía, Rafaela Miledy Pérez, Hildaliza Alcántara, Hilario Olivo, Gabino Rosario, José Ramón Medina, Félix Berroa, Segundo Marte, Juan King… Y otra exhibición de instalaciones en 1997 en la Casa de Bastidas con Hilario Olivo, Elvis Avilés, José Sejo. A esto habría que unirle los importantes performances de Miguel Ramírez durante y después de los 90, los cuales seguro sirvieron de referente a algunos jóvenes nuestros de entonces.
Así que hablarnos a nosotros de “nuevos lenguajes artísticos” y “miedo al arte joven” no tiene sentido alguno en este debate. Lo que sí es fundamental para nuestra tradición artística nacional es que nuestros jóvenes no caigan en la trampa del modismo contemporáneo y sigan creyendo, algunos de ellos, que están haciendo el aporte nunca hecho a las artes en nuestro país. El daño a los artistas jóvenes dominicanos no es producto ni consecuencia de nuestras críticas justas al destartalo institucional del MAM y la Bienal. No. El daño colectivo nos lo están haciendo desvergüenzas como las siguientes:
Que un artista extranjero, Yago Portal, haya demandado (acusando plagio a su trabajo) que se removiera una obra ya instalada en la 27va Bienal y que, según declaraciones publicadas por Diario Libre, Betzaida Ymaya (encargada de asuntos legales del MAM) despachara el asunto así: “Parece que los artistas de la instalación [Los honorables] recibieron influencia de esa obra [la de Yago Portal] y, como bien dijo el autor, es frecuente que eso suceda. De manera que no hubo problema alguno entre las partes y se procedió a desmontarla” (negritas mías).
El artista español Yago Portal, en su justo derecho, se quejó públicamente en su portal de Facebook, lamentándose de que “…el modo en que esta gente se ha adueñado de ello me parece una falta de respeto. Estas imágenes que veis forman parte de la Bienal de Artes Visuales de República Dominicana y son un plagio directo a mi trabajo […] Los autores son un colectivo llamado ‘La Banda de los Frenos’ y han titulado la obra ‘Los Honorables’, qué irónico” (negritas mías).
El plagio, y hasta la premiación del mismo, se están haciendo una constante en nuestra Bienal y se pretende justificar semejante aberración aduciendo que los artistas plagiadores están simplemente “conversando con las obras de otros artistas”. ¡Vaya conversación esa que avanza la creatividad y originalidad en nuestro arte! Esa supuesta “conversación”, como subterfugio de una práctica artística desesperada por espacio en la pasarela del arte dominicano, también permea las obras de otros artistas jóvenes (y no tan jóvenes) nuestros. Ese facilismo contemporáneo y su secuela de atraso creativo es el daño más grande que pueda hacérsele a las artes visuales en nuestro país.
El MAM, como principal museo de las artes nacionales, no debe hacerse cómplice de semejante atrofiamiento creativo, aupando unos supuestos “nuevos lenguajes” que nada inédito aportan a las ya tradicionales expresiones del arte moderno de nuestros tiempos.
La Bienal no debe funcionar cual si fuera una entidad de beneficencia pública, donde se le brinda acogida a obras de arte simplemente por haber sido hechas por jóvenes. No. La Bienal debe ser un espacio de sólida competencia profesional entre las obras de nuestros artistas, donde los prejuicios de gusto e ideología estética del jurado sean equilibrados por reglas apegadas a la realidad artística nacional, no a simples modismos contemporáneos. ¡Por eso es imperiosa la acción de rescate y renovación institucional del MAM y nuestra Bienal Nacional de Artes Visuales!