La búsqueda del poder absoluto es una decisión de personas que deciden liberarse de las trabas que imponen la ley, la moral y las buenas costumbres.
La sentencia que favorece a Félix Bautista es una burla a la justicia, aunque todos los índices del país apuntan hacia él y lo reconocen como un mago que convierte en dinero sus pensamientos, lo que le ha permitido hacer fortuna a velocidad mayor que la de los dueños de minas de diamantes de Sudáfrica.
Me preocupa que el talento de los peledeístas para hacerse con todo el poder, con un poder omnímodo, no haya sido aplicado a trabajar por el bien común.
No es, la mía, una actitud de falsa inocencia no, es que me preocupa que mis ocho nietos crean que es bueno hacerse de dinero, acumular fortuna al amparo del abuso de poder, del tráfico de influencias, del lavado de activos.
Y algo peor, me preocupa tanto silencio de voces llamadas a estar preocupadas por esa “sentencia” que mañana los puede perjudicar si tienen que acudir a los tribunales. Juan Bosch escribió “La Mancha indeleble” para criticar que Rómulo Betancourt entregó su cabeza cuando ingresó al partido, cuyo lavado de cerebro convertía a militantes en autómatas que sólo veían a través de las anteojeras que les colocaba el comunismo.
El cuento anda por América desde cuando Rómulo era Presidente de Venezuela, se ha convertido en un modo de entender el adoctrinamiento de aspirantes a miembros, militantes y dirigentes de un grupo político. Algunos de los aprendices quedaron lejos del saber del hombre que contó de la amistad del gato y el perro que todo lo hacían juntos. Un día se pelearon. El perro confiaba en su fuerza, el minino trepó al cogollo de un árbol y desde allí respondió al perro que preguntaba por qué no le había enseñado esa maña: porque no se le puede enseñar todo a todo el mundo.
Los adoctrinados aprendieron a ser disciplinados, organizados, hicieron profesión de humildad y rasgaron sus vestiduras ante la sociedad, en su formidable afán porque sus malabares verbales y su conducta sibilina acompañara sus caritas de yo-no-fui y sus actitudes aprendidas, en la escuela de la maestra de la simulación desconocedora de los principios morales: la profesora María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano.
Los ya miembros iniciaron el camino hacia la búsqueda del poder a como diera lugar. Juan Bosch le enseñó la última maña al perro cuando se rindió a los dictados de Joaquín Balaguer y levantó la mano de su dizque rival. Para bailar La Bamba se necesita una poca de gracia y otra cosita: desvergüenza.
La lección de qué hacer con el poder absoluto fue bien asimilada. ¡Abajo la injusticia!