A pesar de que los enviados a prisión preventiva en la llamada "Operación Coral" no han sido formalmente juzgados ni encontrados culpables, muchos dominicanos pensamos que el solo hecho de enviar a la cárcel a un generalazo que se enseñoreaba orondo en los más altos círculos de poder es ya un duro golpe a las estructuras corruptas que han estado oprimiendo a este pueblo desde la época del trujillismo hasta hoy.
Nadie sabe cuál será el final de los acusados en este caso, que, según el testimonio del mayor Raúl Alejandro Girón Jiménez, es solo un botón de muestra de la corrupción que permea a casi todas las instituciones que administran los fondos públicos. El proceso será largo y cuatro años no serán suficientes para desmantelar en su totalidad las estructuras mafiosas que han estado operando en la oscuridad por tanto tiempo en nuestro país.
El nuevo Ministerio Público sabe que se enfrenta a un enemigo que hasta ahora se creía intocable e indestructible y que, como una fiera salvaje que de pronto se siente acorralada, es capaz de empezar a lanzar zarpazos para liberarse de sus perseguidores. Es gente que es capaz de cualquier cosa con tal de mantener sus injustificados privilegios. Por eso hay que alabar la lucha que con firmeza, entereza y coraje libra el nuevo Ministerio Público.
Sea cual sea el resultado, el pueblo ya ha rendido su veredicto en cuanto a los inculpados en este proceso.
Saben quiénes son y de lo que son capaces.
Las voceros del periodismo pagado de inmediato han reaccionado utilizando un argumento que se vuelve cada vez más manido y desgastado: han querido construir una teoría del caso según la cual el Ministerio Público está desatando una persecución política contra los imputados en este caso.
Pero este argumento pierde sostén porque este pueblo ha crecido un poco en sofisticación política y porque los elementos de prueba presentados por el Ministerio Público y el testimonio demoledor del general Girón fueron suficientes para convencer la jueza apoderada de este caso de que había suficientes elementos para sospechar que ´´algo olía a podrido en Dinamarca´´.
No se trata, pues, como los mercaderes de la palabra pagada han querido hacer creer, que esto es una persecución injustificada a un ´´héroe de guerra´´ (otra falsedad). El general Adam Cáceres Silvestre, de acuerdo a las revelaciones hechas por el Ministerio Público, es la pieza central de un engranaje mucho más complejo que llevó al Ministerio Público a solicitar que este caso fuera declarado complejo para seguir halando el hilo de una madeja de la que, con toda probabilidad, brotará una podredumbre aún más pestilente que la que estamos oliendo.
Ayer el Pepca anunció que los próximos encartados en la Operación Coral serán unos diez más, entre los cuales figuran generales de los Cuerpos Castrenses y de la Policía Nacional que, de seguro, estarán durmiendo con sus uniformes puestos a la espera de que, en cualquier momento, verán un contingente de agentes de la Pepca requiriendo su presencia para los interrogatorios de rigor.
Hay razones, pues, para sentirse un poco esperanzados. Esperanzados pero, al mismo tiempo, un poco recelosos de las maquinaciones de quienes saben que el agua les está llegando cada vez más al cuello.