Ir a un importante periódico para decir que Hipólito Mejía es el candidato del PRD que prefiere el gobierno es admitir, tácitamente, la derrota. Volver al día siguiente a un matutino para decir lo mismo, es reconocer el triunfo del adversario. Mentir sobre los resultados de una encuesta de un hombre como Wilson Rodríguez, digno de mayor respeto y consideración, pone de manifiesto hasta donde es capaz de llegar un hombre en su desesperación ante la eminente y aplastante derrota.
Enviar a un lacayo al mismo programa de televisión para insinuar que Hipólito Mejía y Guido Gómez Mazara recibieron 400 millones de pesos del gobierno para que influyeran en la derrota de las elecciones de mayo, además de una vulgar mentira, pasible de sometimiento ante la justicia por difamación e injuria, es la más evidente muestra de pánico ante el avance vertiginoso de la candidatura del ex mandatario.
Hipólito Mejía ha sido objeto de una campaña mediática sistemática durante más de ocho años de parte del PLD y el gobierno con la complicidad del sector del PRD que hoy le adversa, para matarlo políticamente porque no pudieron acusarlo de corrupción ni de crimen alguno, porque como él suele decir, “ni robé, ni maté”. A Hipólito se le acusó de todo, menos de robar, ni matar. Caso raro en América Latina donde más de 20 presidentes o ex presidentes han sido sometidos a la justicia por corrupción o crímenes.
Hipólito no puede ser el candidato que prefiera el gobierno del PLD porque ha sido el único que ha proclamado que de volver al poder sometería a la justicia a los ladrones sean del partido que sean, que así como hay banqueros y generales presos, también habrán político, que no habrá borrón y cuenta nueva, que se acabará la impunidad. Alguien con ese discurso y esa actitud no puede ser preferido por sus enemigos. Es más, Hipólito genera miedo y terror entre los oficialistas. Nadie afila cuchillo para su propia garganta.
Usted puede que no le guste el estilo o la forma de Hipólito. Puede incluso criticar el gobierno que encabezó. Decir que cometió tales o cuales errores. Hasta puede ser su adversario o enemigo en el plano que lo desee. Pero tiene que reconocerle honradez, capacidad de trabajo, vocación de servicio, amor por su partido y por el país. Que no es desleal, ni traidor. Valores que no todos los políticos tienen. En Hipólito los valores éticos-morales pesan mucho.
Hipólito no es un comerciante de la política. El dinero no lo apasiona ni lo presiona. No ha ido a la política para hacer negocios. Ninguno de quienes lo acompañan en la vida política lo hacen porque le esté pagando un salario o le esté saldando deudas de campaña, ni nada que se parezca.
Paradojas de la vida. Quien hace acuerdos secretos con el gobierno, quien firma pactos a espaldas del PRD y sus organismos, y sin calidad orgánica, es quien, en su desesperación, acusa a Hipólito de traidor. Quien hace negocios con el gobierno vendiéndole edificios y alquilándoles propiedades inmobiliarias, quien tiene socios económicos en el gobierno en la industria de la construcción y la electricidad, quien anda en reuniones furtivas nocturnas con funcionarios del gobierno buscando cargos y contratas, afirma que Hipólito es el candidato que prefieren los oficialistas. Ironías de la vida.
La campaña sucia en contra de Hipólito, proveniente del gobierno y de sus socios del PRD que encabeza el presidente de esa organización, no se detendrá. Continuará en la misma proporción que crezca su candidatura. En las encuestas Hipólito le lleva más de 30 puntos a su más cercano contendor en el PRD. En más de 20 provincias está por encima del presidente de la República. Quiere decir que Hipólito es el hombre a vencer. Su candidatura crece silvestre como la verdolaga. El pueblo ha redescubierto a Hipólito. Será el candidato del PRD. Ganará mucho a poco. Al árbol que da frutos es al que le tiran piedras. Si los perros ladran es porque avanzamos. ¿O no Sancho?
Sabedor de su insalvable ventaja en las encuestas y en la aceptación popular, Hipólito no se dejará provocar de quienes, ahogándose en el pantano de la soledad, lanzan patadas desesperadas antes de morir en el mar de votos que obtendrá Hipólito en la convención del próximo año, para iniciar de inmediato la marcha triunfante hacia el Palacio Nacional.