La vivienda es parte del habitad de los sectores populares, el cual tiene una correspondencia con su visión del mundo y su conceptualización sobre la vida, en una dimensión de totalidad, donde todo está interrelacionado, como parte de una lógica, un contenido filosófico y una expresión ideológica.
El mundo, la naturaleza, la vida, la muerte, son variables que explican la presencia de Dios, lo sobrenatural, de deidades que entran en relación con los seres humanos en su habitad y en su vida cotidiana para explicarlo todo y darle sentido existencial.
La vivienda no es simplemente el espacio de la existencia, marginal o aislado de los que conviven en ella, sino que forma parte de su totalidad. Se relacionalizan con sus creencias y su fe. Están expuestas al efecto y al impacto de las fuerzas que circulan como resultado de la energía del universo, de las intencionalidades de los mortales y el poder de las deidades. De esta manera, hay espacios que tienen que ser atendidos para la protección y el bienestar de sus moradores.
Como resultado de un sincretismo creador de criollización a nivel étnico-cultural, hay una visión particular del mundo como hemos expresado anteriormente. El significado de los colores no tiene que ver con la concepción occidental, académica de nuestro medio, de colores complementarios o no, sino con sus creencias y sus deidades. Pintar la vivienda rojo con verde, es en honor de Belié Belcán, el ahijado de San Miguel, para asegurar su protección y el amarillo con blanco es en honor de Ana Isa, como el azul con blanco en identificación con Ogún Balenyó, ahijado de San Santiago.
Para evitar la entrada de energía negativa a la casa se colocan tres cruces a la entrada de la misma, cuyo papel es la de centinelas, la de protectores, al igual que matas de sábila o algunas plantas protectoras como la Yerba Luisa, Yerba Buena o Anamú.
La sala y los aposentos serán los espacios de más cuidado. La sala siempre tiene una puerta que se abre con frecuencia, expuesta a la circulación de energías negativas, y por donde penetran los extraños que llegan de visita. Un cuadro de la Virgen de la Altagracia o del Sagrado Corazón de Jesús serán los protectores más comunes y en algunos casos estará presente una litografía que se conoce como “La Niña de la Espinita”. Algunas familias colocan fotografías de difuntos de la familia, que son ancestros protectores.
En el alero de la puerta de salida, está una pequeña imagen de Santa Clara, para que aclare los caminos de los que salen y un vaso con agua que recoge las energías negativas que puedan filtrarse. A un lado de la puerta habrá una penca de sábila y en casos aislados, una herradura. Un jarrón con flores naturales, que se cambian semanalmente, realizaran la tarea de la limpieza general del ambiente.
En el aposento, estarán colocadas litografías de los “santos” protectores favoritos, acompañados de un vaso o una copa con agua, un crucifijo o una cruz, con residuos de la palma del Domingo de Ramos, junto a un velón encendido con carácter de permanencia.
En las viviendas donde se celebran actividades de religiosidad popular, donde trabaja alguna o algún Servidor de Misterio, el altar estará en la última habitación o en un espacio particular separado de la casa, donde ocasionalmente se hacen algunas festividades.
Enfrente o dentro de la vivienda se encontrarán simbolizaciones existenciales-religiosas, llamadas Vevé, expresadas en hermosas pinturas naif. En la parte frontal de puertas y ventanas de muchas de las viviendas estarán adornadas por rombos dobles, con explicaciones filosóficas sobre la vida y la muerte.
De esta manera, las viviendas populares son coherentes con la visión del mundo, de las creencias, los valores religiosos-espirituales del pueblo dominicano y de su identidad.