“Cuando las cosas a la gente se le reconocen en vida es importante, venga de donde venga. Y más si a ese alguien se le reconoce que le dio fruto a la sociedad”.
La expresión anterior surgió de los labios de la profesora Ludovina Bonilla, compañera de Hilaria Castro de José, la abnegada maestra de Río San Juan que recientemente fue reconocida por la Cámara de Diputados de la República Dominicana dentro del marco de celebración del Día Internacional de la Mujer.
Sin embargo, para la profesora Hilaria fue algo excepcional, el cual cree no merecer, “porque soy una maestra igual que todas”; expresión que no comparte la mayoría de sus alumnos, hoy profesionales que la ven a su querida Tinín como una madre, la guía de la enseñanza y la antorcha de su futuro.
“Me sentí en el aire. Nunca pensé que iba a ser merecedora de algo así, no creía que merecía tanto. Me puse muy contenta”, reaccionó doña Hilaria aun emocionada, al expresar sus sentimientos sobre el pergamino recibido de manos del vice presidente de la cámara, momento que confesó le hizo temblar de emoción.
Y es que doña Hilaria no es una maestra cualquiera. Aunque prácticamente autodidacta, con una formación magisterial limitada, fue el pilar de muchos profesionales y una de las pioneras del primer liceo secundario del pueblo, el cual inició como una precaria escuelita nocturna, que daba clases bajo la luz de una lámpara humeadora y velas.
Fueron precisamente esos alumnos los primeros que vinieron a la mente de doña Tinín al momento de su reconocimiento, una moción propuesta por la diputada de Río San Juan, Isabel Bonilla, una alumna agradecida de la otrora profesora.
“Realmente no puedo expresar con palabras cómo me sentí y como me siento todavía; me recordé de todos mis alumnos predilectos” recalcó doña Hilaria. “No pensé que me iban a hacer un reconocimiento así, porque hay muchos maestros quizás con mejor preparación que yo. Fui la única de la provincia, y parece que realmente me lo merecía; creo que no fue por mi linda cara, verdad?”, preguntó incrédula, a la vez que recordó las tantas noches oscuras en aquella escuela que luego se convertiría en el liceo secundario Antorcha del Futuro, nombre que surgió de un momento de desencanto entre algunos alumnos por las precarias condiciones en que se impartía docencia en ese centro, que en ese entonces no era reconocido por la secretaría de Educación y que surgió como alternativa para aquellos estudiantes que no podían viajar a Samaná, Puerto Plata o Nagua, las zonas más cercanas a Río San Juan para cursar la secundaria.
“Recuerdo que una noche los estudiantes estaban desorientados porque no había luz. Nos alumbrábamos con una lamparita y no había luz ni gas, ni había un chele”, narró doña Hilaria con una lucidez de maestra consagrada. “Ellos dijeron que iban a dejar eso porque estaban cansados de tanto pasar trabajo… como yo amaba ese trabajo, entonces le dije, ‘no mis hijos, no se preocupen porque con el tiempo esto aquí va a ser como una antorcha que va a llevar la luz del saber por todos los rincones del mundo’. Y esa palabra se cumplió”, dijo.
Por eso, una supuesta propuesta para que el liceo secundario Antorcha del Futuro sea rebautizado con su nombre, no es muy bien recibida por doña Hilaria.
“No estoy de acuerdo con que le quiten ese nombre, aunque sea para ponerle el mío. Si le ponen mi nombre yo estoy feliz, no voy a ser hipócrita. Pero prefiero que le dejen el nombre Antorcha del Futuro, porque eso es un tributo a esos hombres que pasaron trabajo en ese entonces y que hoy son fuente de enseñanza en el mundo”, dijo doña Tinín con esa humildad que le caracteriza.
Esa misma humildad y vocación hacia la enseñanza es que hace a doña Hilaria lamentarse de que en el trayecto de la Cámara de Diputados hacia Río San Juan perdió el libro de las Hermanas Mirabal que le fue entregado ese día junto al pergamino de reconocimiento.
Y es que su inclinación al aprendizaje le surgió desde muy temprano, no en Río San Juan, porque aunque se siente riosanjuanera como la que más, doña Hilaria nació en la ciudad de Higüey el 14 de enero de 1929. Allá inició la primaria bajo la enseñanza de la señorita Dionicia Carpio, la madre del Obispo de Santiago, Monseñor De la Rosa y Carpio.
Pero la precaria situación económica la hizo emigrar en 1946 hacia donde su abuela materna en Río San Juan. El pueblo y su gente la cautivaron tanto que dijo le pareció llegar al paraíso y aquí se quedó.
Y vaya si se enamoró, aquí se casó en 1949 con el señor Crescencio José Arias, con quien procreó tres hijos.
No obstante, su matrimonio no le impidió seguir estudiando y en 1960 ingresó al liceo secundario Mercedes Bello de Nagua, donde en tres años se graduó de bachiller.
Ya graduada, doña Hilaria fue nombrada maestra de primaria, su gran satisfacción, ya que esa labor la compartía dando clases gratis por las noches, junto a otros profesores, a aquellos jóvenes que no podían salir del pueblo por sus escasos recursos, labor que hoy enarbola con orgullo.
“Yo siempre le he dicho a la gente que he logrado muchísimas cosas buenas en la vida, pero de lo único que me siento orgullosa es de haber sido maestra, porque eso le da uno una importancia… y eso me llena de orgullo”, dijo aquella mujer que hoy se siente tan hija de Río San Juan como que el más y madre de la mayoría de sus profesionales, a quienes aún les reprocha sus malos actos.
Es tanta la admiración y orgullo que siente por su pueblo, que dejó plasmado en uno de sus poemas la preocupación de cómo el desarrollo se está llevando su belleza.
En una de sus inspiraciones dice así:
¡CUANTO HAS CRECIDO!
RIO SAN JUAN
¡CUANTO HAS CAMBIADO!
YA NO ERES EL MISMO
RINCONCITO ENCANTADO
QUE EN LAS NOCHES DE LUNA
INSPIRABA AL POETA
AQUELLOS VERSOS LLENOS
DE ARDOROSA PASION
YA NO EXISTEN LAS NOCHES
SILENCIOSAS Y OSCURAS
TESTIGOS DE AMORIOS
CAPACES DE ENGENDRAR
PASIONES TAN VIOLENTAS
QUE SOLO CON LA MUERTE
PUDIERON TERMINAR