
El 2 de junio de 1954 llegó Trujillo a España en una visita que duraría 15 días y donde se reuniría con el dictador español Francisco Franco.
Arribó por el puerto de Vigo en Galicia y de allí se trasladó en ferrocarril hasta Madrid.
Acompañaban a Trujillo su esposa e hijos y una numerosa delegación.
En esta visita quedó concertado el acuerdo entre ambos dictadores, mediante el cual España enviaría a República Dominicana un primer grupo de 1,550 agricultores.

Trujillo se comprometió a pagar el transporte en barco, casa, tierra , aperos para cultivar la tierra y un subsidio de 18 pesos mensuales es decir 60 centavos diarios a cada cabeza de familia.
Con este convenio, ambas partes salían beneficiadas.

Era de ayuda para Franco poder conseguir trabajo a un buen grupo de trabajadores desempleados, en una España económicamente deprimida y a sabienda de que las migraciones en un futuro generarían divisas con los envíos a los familiares.
Para Trujillo, era de gran ayuda, apuntalar la agricultura con técnicas europea y al mismo tiempo ayudaría a " blanquear " la raza, por eso en el contrato había una clausula que estipulaba un regalo de 150 pesos al español que se casaba con una dominicana.
A este primer contingente se unieron dos más, con las esposas y los hijos de los casados y otro grupo de solteros, hasta llegar a un total de 4,500 personas .
Estos inmigrantes fueron distribuidos en tres grupos: en Constanza, San Juan de la Maguana y un tercero en la costa norte del país específicamente en Baoba del Piñal, sección Arroyo Salado, común de Cabrera, en ese entonces perteneciente a la provincia de Samaná.

En la zona de Baoba se erigieron tres colonias: San Rafael, Santa María y San José; esta última perteneciente al entonces distrito municipal de Río San Juan.
En Baoba del Piñal se construyó un hospital bien equipado, escuela y una iglesia.
A cada cabeza de familia se le asignaron 50 tareas de tierra para cultivo de varios rublos, siendo el maní lo más sembrado, por ser el cultivo de ciclo corto mejor pagado.
Fue rápido y notorio el desencanto de estos migrantes por la inclemencia del clima y porque muchos de ellos falsearon su ocupación; se anotaron como agricultores, pero eran plomeros, electricistas, sastres o albañiles que nunca habían practicado la agricultura.
El retorno a su país fue tal, que a los dos años quedaban solo 1,500 de los 4,500 que llegaron.
Muchos de los que se quedaron, casaron con dominicanas, abandonaron la agricultura, incursionaron en la ganadería, fueron exitosos y hoy sus hijos han continuado el legado de sus padres, siendo hombres y mujeres honestos y trabajadores.
En los inicios de su llegada, los españoles venían en grupo los fines de semanas a Río San Juan, en el camino compraban las cabras que le vendieran y en pie la trasladaban para sacrificarlas en sus casas.
Los domingo venían al pueblo y se ubicaban en varias mesas a tomar tragos y a ver los dominicanos bailar merengue.
Es memorable aquella trifulca entre españoles y dominicanos en el bar Miramar de Ramón Polanco, cuando ambos bandos salieron con botellazos en la cabeza.
LA HISTORIA NO CONTADA
Hasta aquí lo históricamente sucedido, pero hay otra historia poca veces contada y fue la injusticia cometida por el régimen de Trujillo para conseguir los terrenos donde ubicar a estos migrantes.
Los terrenos fueron declarados de utilidad pública y a los dueños no le fueron pagado, simplemente se desalojaron de las tierras en que habían vivido y sembrado por generaciones y fueron echados al camino sin siquiera darle con que comer por unos días.
Recuerdo dos casos lamentables relacionados con estos desalojos y fue el de aquel padre de familia que una tarde cruzó la cerca a 10 cuerdas de alambre y penetró a lo que habían sido sus predios a tumbar buempanes para darle de comer a sus hijos, un guardia lo vio y de un disparo lo mató, dándole sepultura sin ataúd debajo de la misma mata de donde lo habían tumbado.
El otro caso fue el de un labriego apellido Germán de Arroyo Sabana, que criticó los abusos que se estaban cometiendo. Fue denunciado por el alcalde y esa noche lo mataron, trayendo el cadáver a Río San Juan, para que sirviera como escarmiento.