La entrevista de Mariasela Álvarez al presidente Luis Abinader, salvando las distancias, me empuja hacia un déjá vu inevitable, y pensé en la otra que devino en un fiasco: La que le hizo, en agosto del 2018, la también rutilante comunicadora, Jatna Tavárez, al entonces presidente Danilo Medina. Entrevistar no es tan solo una mecánica vacua de preguntar y esperar la respuesta; a este género lo enmarcan otras sutilezas. No obstante, cada día es más recurrente la moda seguida por estrategas políticos del nuevo orden: rehuir de periodistas profesionales y dar exclusivas a quienes están más cerca del flash y del mundo del espectáculo. Hoy se prefiere a un sujeto como Alofoke que a un Huchi Lora. Pero, bien, Mariasela entrevistó al presidente Luis Abinader, y fue muy pertinente, pues permite enrumbarse en un ejercicio reflexivo sobre ese difícil género periodístico, tan frecuentado por tirios y troyanos. Soy de la escuela Taleseana, de esos que sienten mayor grado de curiosidad por entrevistar al vendedor de perros calientes (hot dogs) que laborea en la Quinta Avenida que al principal inquilino de la Casa Blanca.
Examinar la entrevista al presidente Abinader a fondo, sin ánimo de denostar u otra oscuridad oculta, es mi propósito. Arranco.
Desde el inicio la comunicadora Álvarez tuvo yerros elementales: al principio se le escapó un tuteo, amén de que la introducción para dar la bienvenida al invitado de luxe, fue muy larga. Debió dejar que él saludara y entrar en materia de inmediato para que el ambiente se hiciese más cálido.
El boxeador bueno antes del dar el nocaut, primero ablanda. Un buen periodista también.
En segundo lugar, la intervención del doctor Cruz Jiminián, agente externo innecesario, fue muy larga, cansona, y si no fuera de contexto, brindó un gramo de complacencia para el presidente, que hasta para él mismo se hizo larga tomarse la pastilla de esa perorata.
Otro asunto fue que la entrevistadora trató, y se vio de manera cruda, de no parecer complaciente con Abinader. Ejercicio innecesario. En momentos no lo fue, aunque se percibió que estaba forzada, apresurada para serlo. Y eso no es bueno. Pero en ocasiones fundamentales terminó traicionándole algo, y fue cuando dijo que en el partido “todavía eran muy jóvenes para sustituir a Abinader o para enfrentar a una alianza como podría ser el PLD y Leonel Fernández”. Y ahí no solo se le vio el refajo, sino que lo lanzó sin pudor al aire.
Interrumpir e interrumpir, en esa manía aterradora incurrió Mariasela. Es el eterno error en el que sucumben entrevistadores de toda laya. En varias ocasiones le interrumpió al presidente, no le dejó fluir. Estaba desesperada por conseguir el titular, y otra vez, cayó en la trampa, de no querer ser complaciente, pero terminó en leves imprudencias. Inclusive el presidente al verse “cortado”, varias veces un tanto incómodo, le dijo: perdón, perdón….
A Larry King, a quien en el Paseo de la Fama se le debe una estrella del silencio, se le recuerda además de por sus eternos breteles y peinado hacia atrás en que ni un pelo quedaba fuera de la compostura y el correcto peinado, por sus impecables silencios que siempre mostraba ante el entrevistado. Jamás les interrumpía.
La entrevista pareciera ser un género fácil, pero la realidad siempre ha demostrado que es torear buey bravo, y en administrar con sapiencia y equidad el abrir la boca y los silencios, cualquiera resulta corneado.
En el orden de las preguntas también se perdió la bella Álvarez. Al parecer la entrevistadora no tenía un orden para hacer las preguntas, y esto la hizo ver, cual falsa improvisada, como que quería de un momento a otro hacerlas todas, dar brazadas de ahogado para no dejar temas en el tintero. Y en la entrevista, como la conversación, no se puede mostrar prisa, es el enemigo público número uno. Quien vive de prisa no vive de veras, decía el maestro Yupanki.
Y el error más grave que ella cometió fue que confesó que estaba desesperada por conseguir un titular y que el presidente no se lo daba. La conversación-entrevista no es para sacar titulares. El verdadero periodista busca sacar temas a flote.
Mariasela quiso complacer a todos. Y no complació a nadie. Incluyendo al presidente de la República, quien en ningún momento de la entrevista lució relajado. Su postura corporal así lo confirmó, inclinado, guardando distancia, buscando mantenerse resguardado.
El tiempo oral del invitado. Si se cronometra el tiempo que habló la entrevistadora con relación al entrevistado, uno se dará cuenta de que fue demasiado que tomó la palabra. Habló casi igual que él, violándole los derechos fundamentales al invitado “a la casa”.
Y el error más fatal, y el cual es una novatada en el periodismo, al plantearle problemas al presidente, varias veces incurrió ella en el error de ofrecer las soluciones, las respuestas a los graves problemas, se iba y se elevaba en explicaciones.
Antes de cada entrevista, recomiendo a Mariasela, tomarse una pastilla contra la incontinencia verbal y hacerse la que no se sabe nada en relación a lo que pregunta; así eliminará la tentación de exhibir conocimientos y de constituirse en la sabelotodo que todos llevamos dentro, sobre todo cuando entrevistamos.