La Asamblea General es el principal órgano de deliberación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En esta se tocan temas de interés mundial y se lleva a cabo la búsqueda de soluciones a los males que nos atañen cada día, no como individuos, más bien como especie dominante de la Tierra, únicos causantes y perjudicados en todo el contexto de las discusiones que allí se plantean.
Por lo regular, son funcionarios de las grandes potencias mundiales los que se dirigen a la Asamblea General, hablando de estrategias políticas y económicas que ciertamente son indispensables para la solución de controversias de esta magnitud, pero en esta ocasión se ha cedido la palabra a un personaje que nunca había sido privilegiado con este espacio para dar el mensaje que jamás en la historia de la humanidad ha estado de más, el mensaje simple y llano de paz, amor y fraternidad.
Nunca ha sido tan necesaria la disposición del tiempo de cada uno de nosotros para escuchar la voz de todo aquello y todos aquellos que corren el riesgo de ser desechados y cosificados al sólo tomarse cuenta para calcular cifras. Aquellas cifras que muchas veces preferimos no escuchar, sólo por no dejar de lado nuestro egoísmo y nuestro deseo imperante de satisfacer vicios que pretendemos disfrazar de necesidades.
El Papa Francisco, haciendo historia una vez más, deja un mensaje muy claro y preciso a toda la humanidad utilizando como plataforma la 70º Asamblea General de las Naciones Unidas, llevada a cabo este viernes 25 de septiembre del 2015. Efectivamente, nunca existirá justicia, derecho ni paz si lo único que nos une y nos mueve a la búsqueda de soluciones es el temor de auto destruirnos.
Todo lo planteado por el Papa Francisco en este discurso se proyecta al ámbito universal; como todas las grandes ciencias, este discurso puede llevarse de lo general a lo particular, para encajar en nuestro propio entorno el peso de las palabras que sin duda alguna fueron deliberadas con este propósito.
A mi pueblo, amigos, familiares y conocidos, los invito a escuchar el grito desesperado del mundo. Esperando que estas palabras (que sincera y respetuosamente no me atrevo a calificar) sirvan de guía para convertirnos en la generación que no sólo se vio a sí misma, sino que alineó su propio camino pensando en el bienestar de los demás.
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