Los millares de dominicanos que viven en Haití, que hacen la vida con los haitianos y que alientan la
fraternidad con ellos, tienen miedo al escarnio público por hechos ominosos aquí, y que son el lógico
resultado de la ineptitud de una burocracia que no ha sabido, ni mucho menos ha querido, o quizás no
le haya convenido, hacer leyes migratorias modernas y organizar el control de la extranjería en
nuestro suelo. Pero no. En realidad nuestra burocracia sólo ha sabido obtener grandes beneficios de lo
incontrolable. Y miren quiénes pagan allá las consecuencias. Porque los dominicanos somos también
migrantes, en un mundo que en verdad es ancho y ajeno.
Dominicanos en Haití
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