Gladys Mateo regenta una paletera, negocio que ha sido patrimonio familiar por más de 50 años. Es una persona a quien los calificativos de agradable y simpática le quedan como anillo al dedo, pero claro, no presume de tales. Y no solo en el negocio de la paletera ha sido consistente, también en el hecho de permanecer en el mismo lugar por varias décadas y el levantarse cada día a las cuatro de la mañana para estar a las seis ya vendiendo y atendiendo clientes.
“Desde que mi padre abrió el negocio, estuvo aquí. Al frente de esta universidad. Si nos hemos movido han sido unos escasos metros”. El dueño de la paletera (el abuelo de sus hijos), según su actual dueña, “tenía una eternidad con ella”.
El negocio de la paletera se remonta a “cuando Cuca bailaba”. Gladys afirma que están desde el año 1954 frente a la O&M, “entonces usted calcule”. Observa que el cajón de la paletera ha sido el mismo, y que tan sólo le ha arreglado una que otra tablita. Gladys afirma que hay quienes le dicen: “Yo le compraba al viejo”. Se refiere a Diego Corodín, quien hasta que falleció estuvo al frente del negocio (murió a los 88) que oferta desde un cigarrillo Marboro o Nacional, galletas, una menta de jengibre, una botellita de agua, hasta unos “chiclets”.
Pero el negocio de la paletera, en el que Gladys tiene 9 años comandando, por donde han pasado desde regidores “hasta el dueño de la O&M”, se ha diversificado. Ella vende té y café. “Hay gente que desde la cinco de la mañana se toma su sorbo de café y té para empezar el día”, dice. El asunto de la pandemia ha provocado que lo que más que se venda sea el té. La gente, la gente, buscando defensa, cura. “De madrugada el té es lo primero que la gente se tira al buche”.
Para esta mujer, cuya edad está más allá de los 50 años, su dignidad le da para mucho: con el negocio mandó a sus dos hijos a la universidad, y hasta para enfrentarse a imprevistos. “Si tuviera la oportunidad me fuera de las calles. A veces he tenido que correr cuando llega el Ayuntamiento”.
Aunque asumió la jefatura de la peletera en el 2013, su experiencia es viejísima, pues acompañaba al anterior dueño desde hace mucho tiempo.
Conoce las reglas, de manera muy certera: lo que se lleva el Ayuntamiento no lo devuelve, y evita eso, recordando que a veces ha sostenido el negocio, que en este tiempo de pandemia ha sufrido merma, en base a préstamos que hace.
Tanto tiempo tiene en el negocio que ha creado cierta amistad hasta con los habituales a la compradera. Y confiesa que cuando no ve a algunos clientes hasta los echa de menos. Como es lógico, apunta que en periodos de vacaciones se vende menos, pero siempre “se pica” porque los estudiantes siempre vienen.
La dilatada trayectoria en el negocio le ha enseñado muchas cosas: hasta a detectar dinero falso. “muchas veces me dieron papeletas de 100 falsas, yo cuando las detectaba, las tiraba a la basura ahí mismo, para que no volvieran”.
Algo que en el negocio ha variado es que la gente ahora pide café o té con menos azúcar y que se prefiere “la negra”, pues ya hay conciencia entre el público en torno al peligro que representa “la asesina silenciosa” que es la diabetes.
Un mito que doña Gladys derriba es que el que bebe café fuma cigarrillo o viceversa. “Eso nunca es así. El que bebe café muchas veces no fuma y el que fuma no frecuentemente toma café”.
Dificultades
En estos tiempos de pandemia ha tenido que enfrentarse a muchos obstáculos. Habla de lo caro que se han puesto los productos, de la subidera constante y de que hasta tiene que pagar 2000 pesos al garaje donde guarda a diario el carrito-paletera.
Nunca ha tenido problemas con nadie, y evoca que nunca la han asaltado en el negocio. Solo una vez en 40 años y fue en el sitio que la guardaba, y que esos malhechores eran policías. Le queda ese trago amargo de que quienes estaban para proteger y cuidar, terminaron birlándole varias mercancías de su pequeño negocio con que se gana la vida.
Rompieron unos barrotes esos bárbaros-, dice. Pero hasta para ellos, y para el infortunio, brinda una risotada.
Algo que agradece la señora Mateo es que “gracias a Dios nunca le han montado su negocito en el camión en todo el tiempo que tiene con la paletera”.
Recuerda que en la época del inefable “alcalde y cómico” Roberto Salcedo fueron varios inspectores pero que desistieron al ver que su paletera no molestaba a nadie. Eso sí, lamenta que ha tenido que elevar el precio de los productos que vende, pues hasta las surtidoras han incrementado lo que venden.
Que seguirá en el negocio está segura, pero su sueño es un día dejar la calle, aunque por el momento si usted cualquier día de estos se encuentra por la O&M, no dude en visitar a Gladys, quien desde las seis de la mañana está allí para ofrecerle té o café, o quizás una sonrisa, que contribuirán a que empiece con buen pie el día en una ciudad que casi siempre da motivos para que uno tenga gesto adusto o cara de perro.