China es la primera superpotencia comercial del mundo, con una incalculable capacidad de
consumo de productos importados (desde mangos dominicanos hasta sofisticados inventos
de la modernidad) y exportadora de todo lo que ni siquiera imaginamos. Es también
inversionista (aliada a los países más importantes de África, Asia y América Latina), con
capitales que compiten ventajosamente con quien sea. Y, por si fuera poco, hace
inversiones que no subordinan políticamente a los países receptores (como es el caso del
ferrocarril de Manzanillo a Romana, penosamente paralizado, no por nuestra voluntad, sino
por la de los yanquis).
