La envidia y la maledicencia no ocupan lugar, son inasibles, caminan a la velocidad con que el pensamiento llega a los labios y se dice esto o lo otro, sin que importe si se derrumban reputaciones bien ganadas o si se dicen verdades de las que nadie se atreve a pregonar por temor, por complicidad, porque se aspira a imitar a quienes se critica en voz baja.
Cuando se sacan a la luz los pecados que permanecieron en la caja de Pandora, cualquier cosa parece ser buena, el chisme, la conseja dejada caer, el “mira a ese” mientras se gira la mano derecha hacia la derecha. Hay títeres y titiriteros que conservaron la cabeza aún después de ingresar a los círculos de estudio y más allá.
La envidia y la maledicencia caminan todos los caminos, cruzan todos los cruces, desvisten santos, derriban altares, se ocupan de la vida ajena e inventan cualquier cosa con tal de estar en la cosa. Son como la gatita de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano.
Según el diccionario envidia es: “Tristeza o pesar del bien ajeno. Emulación deseo de algo que no se posee. Emulación deseo intenso de imitar e incluso superar las acciones ajenas”.
Andamos mal, falta un coplero, un decimero del campo, un merenguero de güira, tambora y acordeón que cante las hazañas de ese hombre del pueblo que ha sabido sacar la cabeza y convertirse en dirigente político, legislador, constructor, hombre de negocios, mecenas, cuya sonrisa no parece una burla y mucho menos sus palabras.
El éxito viene acompañado de la malquerencia de quienes no han logrado coronar sus vidas con el triunfo que les permite sobresalir como profesionales, en la acumulación de riquezas.
Vaya usted a saber cuántas maromas habrá hecho Félix Bautista personaje en el escenario, quien recibe los rayos y centellas de la mayoría de sus congéneres quienes no entienden que él forma parte de la nueva nobleza, son los que juegan a que el tiempo todo lo cura, son de los que acumulan riqueza hoy, para que jueces y fiscales parciales los juzguen ahora, porque mañana…
Un joven profesional con una carrera fulgurante que dicen que pasó de sorjetear pantalones de sastre de barrio a potentado con inversiones y contratas en el extranjero.
No puede ser. Nadie tiene un éxito tan rotundo en tan corto tiempo si no es pelotero o se saca la lotería de Madrid y entonces comienza la envidia a buscar donde no hay o donde hay mucha tela que cortar, quién lo sabe.
Es bueno vigilar la actuación de jueces y fiscales, quienes prefieren llevarlo ahora a los tribunales, cuando sus amigos están en la cúspide de la “injusticia”.