
Johnny Santos
El cúmulo de información que se maneja actualmente por todos los medios de comunicación y redes sociales es de una magnitud tal, que nuestro cerebro por más que quisiéramos no tiene la capacidad de procesarla. La estrategia de suplirnos de esa inmensa cantidad de datos es una manera de condicionarnos para que no podamos conocer la verdadera realidad de nuestras sociedades.
Al abrumarnos con toda esa información no tenemos tiempo más que para oír o leer los títulos, y muy someramente, el cuerpo de las noticias o reportajes. Una noticia sigue a la otra y no nos alcanza el tiempo para procesar ninguna y ver dentro del cuerpo del mensaje el real interés del difusor, que nos quiere hacer creer que maneja los datos con verdadera precisión.
El fin buscado es que no pensemos mucho y que sigamos como rebaño las directrices de los ¨creadores de opinión¨. Que no analicemos el contenido muchas veces falseado; que no cuestionemos la veracidad ni la fuente y mucho menos que aprendamos a leer entre líneas.
Estos estrategas asalariados de los grandes medios de opinión fingen tener ¨el maletín de la verdad¨ e intentan imponer sus ideas, creencias y opiniones en nuestro ser consciente e inconsciente a como dé lugar. Buscan convertirnos en una sociedad de repetidores de opiniones ajenas, auténticos papagayos sin capacidad de analizar. Verdaderos émulos de la cotorra criolla o el cuervo parlanchín.
Quien se pone a oír o leer lo que se dice en la radio, televisión y demás medios escritos, incluyendo los miles de periódicos digitales que ya pululan, verá que la mayoría solo repite lo que oyó y no aporta nada original, ni analiza las diferentes vertientes de la información servida.
Todo tiene dos caras, pero ellos sólo ven una, porque no les interesa llegar al fondo del asunto sino servirle a sus jefes políticos o económicos, y ayudar a que seamos una sociedad de papagayos.
En el ensayo ¨Por qué los norteamericanos creen casi cualquier cosa¨, de Tim O´Shea , este dice lo siguiente:¨Si todo el mundo cree algo, probablemente sea falso. Llamamos a esto Saber Popular. En los Estados Unidos, el Saber Popular que tiene aceptación masiva es por lo general inventado; alguien pagó por él.
Aquí en nuestro país estamos en las mismas condiciones, con el agravante de que quien inventó la información tiene una pléyade de repetidores pagados y gratuitos que difunden la falsedad de manera vertiginosa y convierten cualquier chisme en Saber Popular.