La expulsión sumaria, de por vida y deshonrosa de Carlos Amarante Baret del PLD, de manera sorpresiva y artera, es un duro golpe al sistema de partidos en nuestro país. No es usual que a un dirigente de la categoría de Amarante, se le expulse de esa manera, como si fuera un paria o simplemente un lumpen enganchado a la política.
Ese tipo de medidas no sólo afecta al PLD, si así fuera el asunto no sería tan grave, sino que esas acciones agrietan aún más al debilitado esquema partidario. Ya que esto no ocurre ni siquiera en los partidos llamados marxistas leninistas, quienes al menos todavía guardan la forma.
El PLD surgió como una organización sustentada en el centralismo democrático, donde la minoría debe someterse a las decisiones de la mayoría y todo el partido a su órgano de mayor jerarquía partidaria. En el caso de Amarante, al parecer se olvidaron de este requisito elemental, lo cual significa un golpe letal a esa entidad política.
En historial de Carlos todo el mundo lo conoce en este país, con el cual usted podría estar o no de acuerdo, pero es una hoja de servicio público y político que no puede echarse en el zafacón de la basura, por un órgano fantasma y sin autoridad para hacerlo.
El llamado "Consejo de disciplina", si quisiera tener un mínimo de reconocimiento y autoridad, sabe muy bien por donde tendría que empezar a tomar decisiones drásticas.
La pregunta que cualquier Nobel en cuestiones políticas se haría, es si los aportes de la presidenta de ese "Consejo disciplinario" y consortes, se podría equiparar a los realizados por Carlos en sus 50 años de militancia peledeista. Partido desde donde inició como circulista, llegando a las posiciones más elevadas del mismo, así como a ejercer altas funciones públicas en representación del mismo.
Pero al margen de estos dislates dirigidos únicamente a dañar la imagen de quien fue su compañero por medio siglo, está la flamante violación al centralismo democrático, lo que conlleva a actuar violando la disciplina partidaria y el debido proceso. Los llamados a poner el orden, hacen todo lo contrario y distorsionan lo que implica manejar este tipo de situaciones orgánicas disciplinarias.
Lo primero es que una figura política al nivel de Carlos, debe de ser oído para tomar cualquier decisión que lo pueda afectar, en el organismo partidario que pertenece, en este caso el Comité Político. Y después que el caso sea discutido en ese organismo, cualquier decisión debe ser sometida al Comité Central.
Luego de agotado este proceso como manda el centralismo democrático, si hay una decisión tomada por la mayoría, entonces someten el caso al consejo de disciplina, con una acusación formal y fundamentada. Claro que también el acusado con sus abogados, tendría derecho a defenderse y plantear sus posiciones.
Nada de eso se hizo, sino simplemente que una señora y algunos agregados, recibiendo al parecer órdenes superiores, toman la decisión de marras en contra de Carlos Amarante Baret. Lo expulsan en su ausencia, sin oírlo y sin una acusación formal del organismo que pertenece.
Actuando con una desfachatez sin límites, le agregan a su pasquín justiciero, que lo expulsan de por vida y de manera deshonrosa. Pero por Dios y en ese comité político, no hay dirigentes con el suficiente conocimiento para saber que esto es un gran disparate.
Desde lejos me atrevo a afirmar que la gran mayoría de los miembros del comité político, deben estar recibiendo una convulsión cerebral, porque su mente no podrá estar tranquila ante semejante iniquidad. Las medidas fruto de la desesperación no pueden conducir a nada positivo, ni a hacer ningún aporte favorable.
Por lo que sólo el tiempo y los hechos se encargarán de juzgar a los justicieros y colocar a Carlos en el sitial que le corresponde en la historia política dominicana.
El autoritarismo se ha posicionando profundamente el las direcciones de todos los partidos, tanto de izquierda como de la derecha. En esos coinciden plenamente.
El trujillismo, como forma de gobierno y dirección política no desapareció con la muerte del tirano, todos lo contrario, es replicado a diarios por el liderazgo nacional.
La crisis partidista se manifiesta en la falta de derechos de la militancia y el imperio de la dedocrácia en la vida interna de esas instituciones.
Ya es cosas común en los partidos que grupitos de pelagatos se lancen a hacer guerra contra aquellos que EJERCEN el derecho de expresar sus opiniones, ,,incómodas para algunos.