La democracia, esa ficción colectiva que Borges tildara de “abuso de la estadística” está en peligro. Armand Matterlard, plantea que el peligro fundamental viene por la colocación de los aspectos tecnológicos y de mercado por encima de cualquier proyecto social y político. De hecho, Giovanny Sartori, ve que después de la democracia, como la conocemos en Occidente, haber “vencido” al marxismo, “ahora se enfrenta a sí misma y a sus propios monstruos”.
Para muchos, este invento de la ingenuidad griega, es un ser, no un siendo. Es decir, que no la consideran sujeta a los demonios del cambio y por tanto no peligra. Nada más errado, como errados quienes la consideran un conjunto de procedimientos y no un régimen político que tiene consigo una concepción sobre el hombre y sobre los objetivos de sus instituciones.
Decir que en el tiempo de la Internet, los medios de comunicación son una amenaza a la democracia, de seguro será para muchos un absolutismo, de la misma magnitud que el de plantear el fin de la historia. Sin embargo, y tras Thomas Friedman anunciar, luego de los acontecimientos del 9/11, el regreso de la historia de sus vacaciones, que obligaron a Fukuyama a explicar su visión sobre “la historia”, hasta el absolutismo ha descendido a la categoría de lorelativo.
En las últimas tres décadas ha crecido la concentración del capital en pocas manos, esto debido, en gran medida, a las revoluciones tecnológicas de la información. Y tal y como plantea Ignacio Ramonet “en esta nueva era de alienación a la hora de la “World culture”, de la cultura global y de los mensajes planetarios, las tecnologías de la comunicación – y los medios, agrego yo – juegan más que nunca un papel ideológico central para amordazar el pensamiento”.
Si, la concentración en pocas manos de los medios de comunicación, se erige como una amenaza rodasea a la democracia. Esta amenaza viene dada, básicamente, por el hecho del lavado cerebral que los medios se han encargado de operar en las grandes mayorías. Si nuestra democracia, básicamente, se limitan a posibilidad de elegir a los gobernantes y ese hecho está perneado por un lavado cerebrar colectivo operado por los medios, valdría la pena preguntarse si esto es realmente democracia, pues hasta en su génesis está cuestionada. Ello así, porque la democracia es un sistema que debe tener su génesis en la libre voluntad del pueblo.
En manufacturing concept, Noam Chomsky y Eduard Herman, plantean con claridad meridiana, que la función principal de los medios de comunicación es entrenar y condicionar a las personas para que sean fieles al orden social y político establecido.
Los medios han ayudado a resolver un grave problema a las clases élites de la sociedad: sus propietarios.El problema surgió, a principios del siglo XX con la conquista del derecho al voto, en los grandes países, pues al “las masas irredentas o enemigo público” tener la posibilidad de elegir a los gobernantes y ser una apabullante mayoría y la imposibilidad de controlarlos por la fuerza, había la necesidad de controlar su pensar. Como al “enemigo público”, según expresa Alexander Hamilton, hay que “domesticarlo o enjaularlo” y como la posibilidad de lo segundo quedar ahogada en el mar de la otredad, hoy asistimos a la función de la domesticación.
Conquistadas las almas y puestas al servicio del nuevo Dios (Gobierno, partido oficial y grandes ricos, en nuestro caso), los medios centran sus esfuerzos en convertir a toda la nación en otra Bizancio. La ironía del mismísimo Marshall MacLuhan, creador conceptual de “La Aldea Global” ilustra muy bien este fenómeno: “la libertad democrática consiste, sobre todo, en olvidar la política y en inquietarse más bien por los peligros que nos crea la caspa, el afeitado difícil, los intestinos perezosos, los senos caídos, los problemas dentales y la sangre “casada””.
Mientras que siga sonando el aleluya de Haendel y coro subliminal cantándolo loas a quienes detentan con infame unanimidad todos los estamentos del poder. Prendámosle velas a los nuevos dioses del parnaso dominicano. Claro que no es porque no hay luz monseñor!