La crisis del Covid-19 ha alcanzado su punto crítico, y el gobierno sigue demostrando una total ineptitud al enfrentar la actual crisis de salud por la que atraviesa el país.
Adoptando una postura neoliberal y presionado desde el principio de la pandemia por sectores empresariales que veían disminuir sus ganancias, el presidente Abinader pensó más en el relanzamiento económico del país y no tanto en la preservación de su salud.
Desde el principio, el presidente escuchó más a la clase empresarial que a los epidemiólogos quienes, viendo más allá de la curva, advertían que el relajamiento de las medidas restrictivas y la falta de una política epidemiológica más agresiva nos llevarían, eventualmente, a la situación calamitosa en la que nos encontramos ahora.
Aun cuando la Presidenta de la Asociación Dominicana de Neumología ha afirmado que el sistema de salud dominicano ha colapsado y aun cuando varios epidemiólogos han abogado por medidas mucho más estrictas que las adoptadas hasta ahora por el gobierno, el presidente afirmó, en un encuentro con directores de medios de comunicación, que ´´nosotros no estamos tan mal´´, como si no viera la terrible amenaza que se cierne sobre el país si el gobierno no agarra el toro por los cuernos e impone medidas más duras que las actuales.
Uno pensaría que en una crisis como la actual, el presidente se reuniría con su mejor personal científico y no con directores de medios de comunicación.
Desde el inicio de esta crisis, el gobierno ha demostrado ser demasiado permisivo con una población cuya tendencia a la chercha callejera sigue poniendo en peligro la salud de todos.
En el asueto de Semana Santa, la gente se comportó de manera irresponsable como si la pandemia hubiera ya pasado. El resultado de esta conducta irreflexiva lo estamos viendo en estos días con hospitales saturados y médicos al borde del colapso nervioso.
Varios médicos, previendo lo que se puede avecinar como resultado de la inobservancia del debido protocolo sanitario, recomendaron al gobierno restringir el desplazamiento de viajeros durante el fin de semana que culminó con la celebración del Día de las Madres.
Pero el gobierno hizo caso omiso a esa recomendación.
Aunque reconocemos el éxito del gobierno en proporcionar las vacunas a la población general, al mismo tiempo recomendamos que el actual presidente deje caer toda la fuerza del estado para limitar al máximo el desenfreno callejero que ha puesto al país en la peligrosa situación en la que se encuentra ahora.
No basta con suaves exhortaciones a la gente para que siga el debido protocolo, ya que, como está harto, la gente prestará oídos sordos a esas recomendaciones.
El gobierno debe entender que si queremos salir airosos de la actual crisis no debe pedirle a la gente, sino hacerla cumplir a como dé lugar, las necesarias medidas para que alcancemos la otra orilla en esta tortuosa travesía.
Buena parte de la gente en los barrios orilleros se ha comportado como un niño malcriado a quien se le advierte de las desastrosas consecuencias de una mala conducta.
Lo cierto es que se le han impuesto al gobierno.
Ya es tiempo de que el gobierno los doblegue con todo el poder del estado.
Sin necesariamente restringir derechos individuales, debe pensarse en el bienestar de todos.