El perro callejero no tiene ni necesita un nombre, ni patria, ni rumbo hacia ninguna parte, ni
ser dueño de nada ni propiedad de nadie. No tiene que reprimir sus instintos, su gula
insaciable, ni su hambre que lo hace presente en cualquier parte. No está obligado a
alcanzar la felicidad del amor con trámites protocolares o promesas de mediano y largo
plazo. En fin, ser perro callejero es llevar un estado superior de vida (aunque tenga que
pagar el precio de la libertad cargando unas cuantas pulgas y garrapatas y soportando de
vez en cuando una que otra patada de los que envidian su estado permanente de felicidad).

El perro libre y feliz
1 thought on “El perro libre y feliz”
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Amo a mis perros como a mí mismo,ellos me colman de felicidad cuando me abandona la compañia de alguien que me daba calor tanto como algún familiar o amigo,con ellos reconozco que es mejor vivir con 4 patas que con 2 que no necesito.