La única vez que lo vi en persona fue en Nueva York hace ya muchos años. Estuve sentado en su mesa y compartí con él mientras tomaba un descanso en una fiesta que su orquesta amenizaba en el Bronx. Aquella noche se comportó como el perfecto anfitrión, extendiendo hacia mí una cortesía y una afabilidad que, por momentos, me hicieron sentir como si yo perteneciera a su íntimo círculo de amigos. En una sociedad como la nuestra, donde cada día se pierde más la empatía hacia los de abajo, Johnny Ventura, a pesar de su origen humilde, tenía el don de gente, es decir una genuina y auténtica cortesía en la que no había nada de afectación y mucho de un envolvente calor humano. Al despedirse de mí aquella noche, después de brindarme el placer de su conversación, me dio un fuerte apretón de manos acompañado de una frase que él convirtió en típica de su habla de hombre sin ínfulas de grandeza: ´´ahí na má´´. Nunca volvería a disfrutar del placer de su compañía.
Johnny Ventura fue más que un simple merenguero. Esos abundan en nuestro medio, y son aupados por mediocres cronistas de espectáculo que elogian todo y no saben reconocer el verdadero talento artístico. Johnny, como cariñosamente lo llamó todo el mundo, fue, como los artistas del Renacimiento, un hombre de talentos múltiples: gran letrista, compositor, locutor, arreglista, filántropo, abogado y político. Creo que su apoyo a Leonel Fernández, hombre que nunca ha defendido los intereses de este país, fue un error. Pero aun este yerro político es perdonable si lo comparamos con su verdadero amor hacia este país y su probada vocación de servicio comunitario.
Fue por todos conocido su gran carisma. Era algo así como una especie de planeta cuya fuerza gravitacional atraía hacia sí a todo aquel que estuviera cerca de él. Cuando su vocación de servicio lo llevó al campo de la política ya ese carisma era en él algo espontáneo y genuino.
Me aventuro a creer que fueron muchos los romances que, sin saberlo, él inició con su música; mucha la pasión erótica que encendió el registro varonil de su voz; mucha la sangre que calentó el ritmo irresistible de sus canciones.
Alguien bautizó al dramaturgo español Lope de Vega como ´´monstruo de la naturaleza´´, por lo enorme de su producción teatral. El mismo calificativo pudiera dársele a este dominicano de trayectoria dilatada que trascendió las fronteras de su país para convertirse en una figura cuya música no pertenece ya solo a República Dominicana, sino al mundo.
Estoy seguro que ahora mismo su espíritu estará volando libre en la región de la eternidad, que los ángeles y arcángeles estarán siendo seducidos por el encanto irresistible de este dominicano que fue querido por tanta gente. Y si allá, en el cielo, aparece alguna mujer, creo que él la hará caer en sus redes con las cuatro palabras que tantas veces escuchamos de él: ´´oye que rico mami´´.